LOS EMBATES DE LAS CORPORACIONES DEL
CAPITALISMO
EDUARDO SANGUINETTI
En esta columna de opinión hablaré de mí
y mi circunstancia. Escribo este Manifiesto, haciendo uso del enorme derecho
que me asiste, exigiendo la reivindicación pública, ante la discriminación
sistemática, el atropello a mis tránsitos en libertad, las amenazas constantes
de las que soy objeto, algunas cristalizadas en atentados brutales a mi persona
y la censura “absoluta” de mi obra escrita y artística a la que me veo expuesto
en Buenos Aires, por el accionar mafioso de personeros de los poderes. Insisto,
discriminación y censura sistemática, a las que estoy expuesto, en el “Gulag”
pampeano, por las corporaciones empresariales y políticas del capitalismo
argentino, y la difamación de la que soy objeto, por los mandarines y
mandaderos que conforman el pequeño tejido social de una cultura degradada y
necrótica, de mercenarios rentados con nombre y apellido, cuyo accionar deviene
de una tendencia que se perpetúa o en el mejor de los casos se asoma en
instancias puntuales al estilo de dictaduras del pasado… Una tenencia –y no nos
engañemos– a la que siguen aferrados accionando con la más repugnante
impunidad, los monopólicos medios de comunicación capitalista, empresarios de
corporaciones con sus activos incorpóreos, que conforman el bastardo
espectáculo de estas […]
En esta columna de
opinión hablaré de mí y mi circunstancia. Escribo este Manifiesto, haciendo uso
del enorme derecho que me asiste, exigiendo la reivindicación pública, ante la
discriminación sistemática, el atropello a mis tránsitos en libertad, las
amenazas constantes de las que soy objeto, algunas cristalizadas en atentados
brutales a mi persona y la censura “absoluta” de mi obra escrita y artística a
la que me veo expuesto en Buenos Aires, por el accionar mafioso de personeros
de los poderes.
Insisto,
discriminación y censura sistemática, a las que estoy expuesto, en el “Gulag”
pampeano, por las corporaciones empresariales y políticas del capitalismo
argentino, y la difamación de la que soy objeto, por los mandarines y
mandaderos que conforman el pequeño tejido social de una cultura degradada y
necrótica, de mercenarios rentados con nombre y apellido, cuyo accionar deviene
de una tendencia que se perpetúa o en el mejor de los casos se asoma en
instancias puntuales al estilo de dictaduras del pasado… Una tenencia –y no nos
engañemos– a la que siguen aferrados accionando con la más repugnante
impunidad, los monopólicos medios de comunicación capitalista, empresarios de
corporaciones con sus activos incorpóreos, que conforman el bastardo
espectáculo de estas “marionetas del espejismo argentino”.
¿Qué delitos pueden
seguir perpetrándose en nombre del terror, el miedo y la discriminación a la
diferencia, en una sociedad que toma contacto con una realidad “la mía y de mi
familia”, por los temores, caprichos y demás detritus de un sistema congelado
en los desgastados niveles de la ‘fama y el éxito’, sin elevarse una voz, ante
esta instancia deplorable por la que atraviesa una persona pública y de
reconocida trayectoria? ¿Y los derechos humanos tan mentados y nombrados no
levantan su voz apagada? ¿Solo tiene derecho a réplica el doméstico Víctor Hugo
ilustrado, según pasan los años…? Y solo denuncia el “héroe de la comunicación:
el simpático, Jorge
Lanata”… Lo siento: no
compro.
Sería fantástico que
estos infelices que “vienen por mí” y desean vivir en una democracia para
todos, como manifiestan hasta el hartazgo, comiencen a caminar un sendero en
felicidad y plenitud, como manifiesta sabiamente, José Mujica y a quien no dudé
en proponer desde este medio, para ser nominado al premio Nobel de la Paz,
instancia que de inmediato trajo aparejada una serie de amenazas y demás
detritus de quién sabe dónde.
Conozco el periodismo
argentino y a sus columnistas más destacados que han escrito acerca de mí o de
mi obra palabras muy eméritas, como Silvia Hopenhayn, Daniel Pliner, Mario
Mactas, Carlos Pagni y muchos otros artistas y escritores con los que he
compartido muy buenos momentos, como Mempo Giardinelli, Carlos Ulanovsky,
Facundo Cabral, el recientemente fallecido Osvaldo Fatorusso y muchos notables
más, que conforman un caleidoscopio existencial, de tendencias y estilos, en
este mundo en el que intentamos vivir, no ignoran lo que acontece respecto a mi
existencia, asediada por atentados a mi vida, amenazas constantes y: “el
silencio enteramente cómplice de los medios que construyen y dibujan la
denominada realidad de hoy”.
Espero que el Estado,
hoy ausente, actúe señalando e indicando las inercias del presente, que utilice
todas las herramientas con las que cuenta, sumado al coraje necesario e
indispensable para que este ilícito no quede en una apelación al vacío. No lo
ignoren, hay victimarios o verdugos, como prefieran; psicópatas autoritarios
personeros del horror que circulan libremente por mi querida ciudad de Buenos
Aires.
Sólo tenemos una vida
por vivir, creo que debemos honrarla aquí ahora y por siempre anteponiendo la
verdad y la transparencia a la contundencia de la mentira, la cobardía y la
estafa.
Si no alcanzamos esta
dignísima meta, estamos expuestos a transitar una existencia de simulación y
farsa donde lo esencial no se ha dicho, donde lo esencial no se ha hecho,
rotundamente no es mi ideal.
Que persista la
memoria.
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