LOS ASTROS...
DUNIA
SÁNCHEZ
Entré y te
encontré sobre las ramas de los sueños que trepan hasta esa ventana con vistas
a un firmamento donde los astros toman de la mano rostros anónimos. Te
preguntabas, quien serán. Sí, gente que divaga por la atmósfera perdida después
de la despedida del ocaso. Gente que después de ser fosa en las profundidades
de la tierra emergen como estelas de un lugar desconocido, impreciso. Quisiste
hablar con ellos pero algo te alejaba, te hacia gravitar en las entrañas de tu
esfera azul. Más tarde, pensaste. Cuando mis manos de salitre culminen como
marchita onda del océano. Invisibles a tus ojos, a tus sentidos quisiste
aproximarte aunque la senda de acantilados donde el oleaje muere fuera tu
propia muerte. Los veías tan calmos, tan embriagados en perfección que querías
ser uno de ellos. Su luz, centelleantes yeguas que se arriman a la belleza.
Pero te detuviste, si te paraste cuando de la mar las caracolas y estrellas
marinas te llamaron con el rumor de la espuma. Ven aquí, te dijeron. Y fuiste.
Fuiste donde la mar serena te llevaba hasta la orilla. Caminaste y caminaste
sin sentido. Te daba igual. Todo era hermoso. La noche se hacía largo y los
astros te miraban. Confesaste tus secretos a ellos. Sí, a ellos. Por qué no. Te
escuchaban y con su silencio te
respondieron. Un silencio que motivo cierto bienestar en tu espíritu libre. Me
miraste. Bajaste de aquel árbol que a los astros del nocturno mirabas. No me
dijiste de nada. Simplemente te marchaste. Te deje. Más nunca volví a verte. La
confusión me llevo hasta cada noche contemplar cada constelación cuya silueta
te reflejaba.
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