TIEMPOS DIFÍCILES, GENTES DIFÍCILES
POR PATROCINIO NAVARRO VALERO
Estos son
tiempos difíciles, de luces y sombras extremas. Los seres humanos hemos ido
creando un mundo a nuestra imagen y
semejanza partiendo de la materia prima de la Naturaleza y atentando a la vez contra sus leyes. Naturalmente, unos más que
otros. Los ricos, por ejemplo, más que los pobres; las grandes industrias, más
que las industrias artesanales, y así sucesivamente. Como resultado, lo que
conocemos genéricamente como “mundo”, esta clase de mundo perversamente desigual y definitivamente
contaminado, tiende a desaparecer. Los cambios en ese sentido se suceden aceleradamente, porque hemos llegado a un
punto de involución tal en esta perversa civilización construida a golpes de
desamor y violencia de todos los tipos y tamaños, que ya no puede sostenerse
más. Son infinitos los abusos cometidos
contra todos los jardines primigenios de la vida, y no solo cada vez más
personas se oponen a esta clase de devastación, sino que la Naturaleza misma se
rebela dando muestras de su hartazgo con
toda clase de catástrofes: terremotos, tsunamis, inundaciones, sequías,
tormentas destructivas y muchas cosas más que configuran este peligroso cambio
climático.
También
nosotros como especie nos hallamos en
grave peligro, ¿o alguien creyó que nos íbamos a librar de recibir la piedra
que lanzamos al cielo sobre nuestra cabeza?
Hemos llegado a creer, desde nuestra ignorante
intelectualidad orgullosa, racionalista y egocéntrica, que la Naturaleza y
nosotros no formamos parte de lo mismo, y que es posible destruir los cimientos
de nuestra casa sin que el techo se desplome sobre nosotros. Suponiéndonos poseedores de un extraño
privilegio, actuamos sobre el medio natural en todos sus reinos como si fuese una especie de universo paralelo,
pensando que nunca nos puede devolver el mal que le
hacemos, o que llegado el momento sabremos encontrar los oportunos
remedios. Ingenuos.
Con la misma
filosofía, actuamos con nuestro cuerpo,
con el uso de nuestra energía personal y con
nuestros semejantes. Nos mal-tratamos y mal-tratamos con frecuencia;
agredimos nuestro personal planeta
corporal, nuestro microcosmos biológico y psíquico, y actuamos a la vez
contra el Macrocosmos, al que
pertenecemos como energía y como materia (que es energía condensada de baja
vibración.). Por la ley de causa y efecto, el boomerang de nuestras agresiones
se vuelve finalmente contra nosotros con
la misma intensidad, pues ninguna energía se pierde, y cada siembra tiene su
propia cosecha, como enseña Jesús el Cristo en Su Sermón de la Montaña.
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