EL DISENSO de
Alejandro Suárez
JOSÉ MARRERO
Y CASTRO
Maiakovski dejó
una advertencia muy apropiada en el sentido del disenso: "la creación de
reglas no es de por sí el objetivo de la poesía; de otro modo, el poeta
degenera en el escoliasta, que se ejercita en formular reglas para cosas y
situaciones inexistentes o superfluas. Sería, por ejemplo, inútil inventar
reglas para contar las estrellas mientras se corre a toda marcha en bicicleta.
Las situaciones que exigen una formulación, que exigen reglas, son propuestas
por la vida misma. Los modos de la formulación, el fin de las reglas, están
determinados por la clase, por las instancias de nuestra lucha". Y yo
añado otras preguntas desde el arrebato más entrometido: ¿Es ese el lugar donde
se reside o se resiste, cuando se escribe poesía? ¿Puede que la ausencia de
regla alguna sea una regla tan odiosa como cualquier otra regla?
Alejandro
Suárez nos entrega un nuevo reto poético: su reto poético. Un disenso, es
decir, una "conformidad de las partes en disolver o dejar sin efecto el
contrato u obligación entre ellas existente", según la definición
aproximada que de este término que aparece en el Diccionario de la Real
Academia. Más coloquialmente, un disenso es una disidencia del consenso, una
ruptura de lo reglamentado, de lo establecido, del "status quo"
imperante; de los acuerdos alcanzados por unos en beneficio de otros sin el
consentimiento de los afectados
Por ello, el
disenso es rebeldía y por lo tanto, llamada al debate para cambiar lo que
existe por otro estado o situación que se anhela frente a otra situación de la
que se sabe, como mínimo necesario, que no es del agrado de una de las partes,
que habían supuesto un acuerdo que ha resultado estar más definido por el
fraude, que por cualquier supuesta honestidad.
Alejando Suárez
es un poeta honesto, que ha ido madurando su trayectoria literaria con una
franqueza, fuera de toda duda, consigo mismo.
El poemario de
Alejandro comienza con una reflexión tan cotidiana como cruel, tan ingenua como
la impiedad de la inocencia y tan brutal como el resultado de la subasta de la
vida; tal vez el final de la senda del perdedor.
A continuación,
nos habla del principio de la amistad para concluir que es ese principio el que
cuenta, es decir, que su principio es su existencia, pues principio y
existencia son sustancias de la misma naturaleza, incluida con toda seguridad
la naturaleza del amigo invisible; ese juego de azar que empareja a
desconocidos frente al reto de la concordia y el agasajo,
Pero en este
caso, el alma se seca porque no existe tal desconocimiento, o mejor aun, el tal
desconocimiento, no es tan conmutativo como una de las partes del disenso
piensa.
La rueda de la
fortuna que dispone las monedas necesarias para el juego del azar es un
laberinto de ansiedades del "yo, como persona"; aquel yo que intuye
que la máquina está caliente. Una máquina que atrapará nuevamente el destino
del jugador gracias a una moneda prestada que nunca será devuelta.
Se tratará de
saber, dice el poeta, lo que dirán las piedras acerca que la creación
artificiosa e interesada de una nueva línea de explotación de semejantes. . ~
Así, sin más
envoltorio que la palabra "saber", el poeta nos indica que ese fenómeno
del nuevo ser humano no es algo que vaya a suceder, sino que ya ha sucedido,
pues las cuerdas de las marionetas se han endurecido para que el amo no
necesite molestarse demasiado en acompasar sus manipulaciones a los ritmos
lentos de los obedientes.
Es una peculiar
partida de ajedrez; el poeta descubre en una fecha singular que algunos sueños
desaparecieron tras los cristales de unas gafas oscuras.
Nunca tanta
simplicidad pudo haber explicado la compleja manera que caer en la trampa y por
ende, de explicar la angustia cotidiana que azota hoy por hoy a la gente
corriente, como nosotros. Gente que tal vez ensucie su mirada consciente o
inconscientemente ante la visión de un cuadro, sea éste libidinoso o no.
El vacío de la
realidad que pende de lo alto de una torre desde donde se divisa una ciudad que
se habita, a pesar de sus formas y sus fondos, o bien de usufructo privado que
se modela a mejor beneficio de embaucadores.
El poeta nos
advierte de una mar negra como el engaño, final de "la historia
incondicional de hombres y mujeres que marcharon correteando hacia lo
eterno". Nos habla de un especia sin espacio donde el gris ganaba cada
mañana, tal vez, en "injustas pesadillas que hacen enemistar a un ser vivo
con las siluetas de la muerte".
Se trata
también de ver un mar que está presente te guste o no tu propia cara, ante un
consuelo de color. Al fin y al cabo, al parecer, no pasa nada porque estamos
acostumbrados a un baile maldito que transita de invierno a invierno, que nos
hace nadar temblando sin frío hasta el silencio, escondidos del aire. El niño
escondido del aire, invitándose a sí mismo a ser adulto en la desolada
supervivencia del ahora.
Y surge la
música a un lado y a otro de un universo interior que ya no es autobiografía, que
es disenso de lo diario, lo pequeño, lo hermoso y lo mezquino, pues, como los
buenos, "siempre intenta uno hacer el bien tanto social como
personal" aunque, como sentencia Alejandro, no se sepa muy bien para qué.
La anterior
reflexión no es una banalidad, pues depura claramente la culpa de la vanidad
por su forma de coartar la libertad, como una carga de dinamita que taladra los
derroteros de los peces.
Otras veces, la
comunidad hace su trabajo social milimetradamente. Alinea a los individuos como
insectos con un trabajo pactado, consensuado. Pero el disenso sobreviene
nuevamente desde una infancia que cabalga sobre un fraude, mientras declara
vivir en un mundo prestado, pues con toda la amabilidad del mundo, un sueño
había tomado parte de otro.
"Tu y
otros como tú, pertenecéis a una nueva generación de poetas, sigan contando las
verdades del mundo, ese tan pequeño que encontré en una cuartilla."
Y cuéntalo así,
sin reglas predeterminadas.
José Marrero y Castro
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