DIVAGACIONES
DE UN ENERO...
DUNIA SÁNCHEZ
Es temprano, sí ya lo sé.
Aun esa gran bola de amarillos y naranjas no se distingue en el cielo solo las
últimas estrellas de la madrugada. Me apetecía madrugar. Contemplar ese
firmamento oscuro con sus colgantes brillantes y saborear del fresquillo que entra
por la ventana. Anda, anda no me digas que duerma. No quiero. Deseo ser
estática sombra que se mece con las hogueras de la noche. Tan silenciosas. Tan
quietas. Tú sigue ahí. Envuelto en esos sueños que te harán germinar la
fortaleza para la jornada que viene. Me gusta verte así. Dormido, gravitando en
la quietud de la madrugada. Yo me voy a tomar un café ¿Te apetece? Ya sé que
no. Que ahí envuelto en tu edredón corres por un sueño bello. Qué bien sabe un
café a estas horas. Todo oscuro aún. Meditando que será de mí mañana. Sueño
despierta. Elaboro un recital de alas de mariposas que vienen y que van a mi
memoria. Ser positivo es lo mejor. Sentir esa energía que te hace crecer hasta
las vertientes del nuevo día. El sigue en la cama. Mejor. Me gusta este aislamiento
que me da estas horas donde la luna ya no está, donde el sol todavía falta por
venir. Ahora que es invierno más. Abrigarme de las sacudidas metálicas del
frío. Una melodía suena en la radio. Suave, tierna. Me siento a gusto. Y este
sentir se expande por las llanuras que llaman al verdor de sus cuerpos.
Después, lo cotidiano. Me ata. Me hace estremecer en este mundo bestial.
Prisas, prisas. Yo pausada. Si al final vamos a acabar en mismo lugar. Un lugar donde las raíces de cipreses tocan
nuestras manos, nuestros pies para regar de conciencia esta orbe. Pues no. No tengo prisa. Así en la calma de
la madrugada con algún que otro pajarillo dando la tonada me quedo.
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