LOS FILÓSOFOS
FIRMARON LA PAZ CON EL MUNDO
ESCRITO POR PATROCINIO NAVARRO
Nuestro mundo se dirige en la dirección opuesta a
la que pretenden dirigirla quienes lo han hecho desde el pasado. El pensamiento
racionalista, las religiones,y los magnates, todos ellos servidores del
Príncipe están hoy en el ojo de un huracán histórico que amenaza arrasar sus
instituciones.EL FI
EL FILÓSOFO,
CONSEJERO DEL PRINCIPE
Gracias a los
aportes de las nuevas ciencias , la realidad científica y eso que llamamos
realidad espiritual o de la conciencia, han dejado de darse la espalda para
empezar a reconciliarse. Podríamos decir que la ciencia, en su versión más
moderna- la física cuántica- se aproxima al modo de ver místico. Puede decirse
que nuestra época está despertando de un gran sueño: el sueño de la Razón como
herramienta práctica definitiva. Y no, no es que la razón haya resultado inútil
como herramienta, al contrario: ese papel lo ejercita a la perfección, hasta el
extremo que ha dejado de ser vehículo de ideas para convertirse en sierva del
Producto. En consecuencia ( Horkheimer dixit) “los filósofos han concertado la
paz con el mundo”.¿Con qué parte del mundo? con la que se niega a evolucionar.
Una nueva ciencia y
una nueva espiritualidad emergen en esta Era que comienza y acabarán por
triunfar como triunfa siempre lo superior sobre lo inferior en evolución, pero
el viejo mundo y todas sus viejas instituciones y creencias se niega a morir
porque está anclado en intereses materiales, en miedos y en viejos prejuicios
heredados del modo de pensar anterior, especialmente desde la aparición del
Estado opresor, del catolicismo como religión del imperio y más adelante, de la
sociedad industrial.
De esta manera se
llegó al final del siglo 20 y comenzó el presente siglo volcando sobre la
humanidad junto a la crisis de la Razón y la Filosofía, que nunca terminaron de
encontrarse- y por eso tantas escuelas y filósofos- millones de preguntas sobre
casi todo lo esencial, como esas tantas veces incontestadas o mal contestadas
acerca de quiénes somos, qué hacemos aquí, si realmente morimos o no y si
regresamos de nuevo a la existencia o nos quedamos en algún lugar desconocido.
Preguntas que siguen sin ser resueltas por la Filosofía, la Ciencia o la
religión descristianizada del catolicismo y sus filiales históricas.
Como es natural,
estas cuestiones guardan también una estrecha relación con el sentido de la
vida desde el espíritu y la vida espiritual, -tenga esta o no forma religiosa,
-así como con Dios y nuestra relación con Él. Y esto es así aunque tales
asuntos ,aun siendo cuestiones que nos atañen esencialmente, no parezcan
racionales ni científicas y por tal motivo muchos opten por desecharlas. Estos
son los que opinan que solo lo material es real y que sobre el contenido de lo
material y la explicación de lo que es real, la última palabra la tiene la
Ciencia, aunque una opinión no sea una certeza (Sócrates dixit). Pero la
Ciencia clásica no tiene respuestas para los asuntos mencionados.
Hemos pasado tanto
tiempo asociando lo racional con lo real y a cada uno de ellos con aquello que
es comprobable por el método científico, que hemos llegado a considerarlo como
una especie de trío indisoluble, y todo lo que queda fuera de estas categorías
predefinidas carece de validez objetiva, así que a la Filosofía apenas si le
queda otra salida que convertirse en ciencia matemática o morir. Y esto es lo
que le está ocurriendo. Mas otra consecuencia tremenda de esta auto-limitación
es que puede convertirse en auto-censura personal a la hora de pensar y sentir,
pues ¿qué es real, que es racional, qué es científico?¿Cual es la frontera
entre lo que yo percibo como real, lo que es real y lo que es aceptado como
real por los demás?
A quien posee
facultades paranormales, y hasta llega a profetizar, ¿debemos catalogarlo como
enfermo o como charlatán, tal como ha sucedido siempre? Recordemos que muchos
han sido asesinados por tener esas facultades o perseguidos o encarcelados o
desacreditados en nombre de la ciencia o de la religión.Y quien se pregunta todo
eso que hemos mencionado sin hallar respuestas que le den vida, ni topar con
otros modo de mirar la realidad acaba fácilmente por cansarse y caer en
posturas nihilistas o escépticas, no sólo respecto a la filosofía, sino también
respecto a su propia forma de ver la vida y vivir el día a día. De ahí a
vegetar solo hay un paso, pero ese paso no es algo fortuito: es el paso que el
Príncipe necesita que demos para ser manejables. Y para ello cuenta con los
filósofos oportunistas que esgrimen lo racional como excusa para intentar
someter a la realidad del Poder la realidad misma. Tal postura nada tiene de
filosófica y mucho de matemática, como requiere la administración de las
fortunas que patrocinan ese poder sobrepuesto al del espíritu, pretendiendo
expulsarlo al territorio marginal de las creencias o al de la fe sin fundamento
esgrimiendo la bandera de la Razón, o de lo que es peor: de un supuesto interés
público.
¿Es la Filosofía
misma culpable de su decadencia? Ante tantas teorías opuestas entre sí defendidas
por reconocidos filósofos cada uno con sus argumentados razonamientos, es fácil
dudar de todos ellos y rechazar como guías a este o aquel, pues ¿quién dice la
verdad, después de todo, aunque utilice la razón como herramienta? Más aún
¿quién dice toda la verdad que uno necesita saber y sobre todo, practicar, para
encontrar sentido a su vida? Así que aquí tenemos un obstáculo que conduce a la
decadencia de la Filosofía: los filósofos que “han concertado la paz con el
mundo” y sirven a sus administradores como intelectuales de pesebre.
Como los artistas
honrados, también los filósofos o científicos honrados constituyen una especie
de buscadores entre el caos y una realidad a la que intentan comprender y luego
expresar. Sin embargo, bien distinta es una exploración intelectual motivada
por el afán de descubrir para servir luego con su conocimiento a sus
semejantes, del que utiliza ese conocimiento para buscar reconocimiento o
posición social. En el primer caso, la Filosofía, tal como la definieran
Epicuro y las escuelas estoicas, cínicas, escépticas y neoplatónicas, tiene
como meta la sabiduría y la felicidad de la especie humana, aunque no fuera
capaz de llegar a proporcionar una visión totalizadora del Universo y del papel
del ser humano en él, que es lo que ha venido sucediendo hasta hoy.
En el segundo caso,
concebido el hombre y el conocimiento como objetos de utilidad social, se ha
tratado desde la aparición de la gran industria, especialmente, de reconciliar
al Filósofo con el mundo mirado desde las ventanas de los dueños del tesoro
público y los negocios privados.¿ De quién? Del Príncipe. ¿ Y quien es el
Príncipe? Ya lo saben: el sumo sacerdote de la religión universal del
materialismo: Mammón. O sea: el dios de las tinieblas.
De poeta de la
razón, de buscador de la verdad, acabó el Filósofo por convertirse en consejero
privado del Príncipe, haciendo a través del discurso de la razón prostituida el
mismo papel integrador y reaccionario de la Iglesia a través del discurso de una
fe anclada en dogmas y supersticiones que ignora y rehuye cumplir las
enseñanzas que Cristo expresó en Su Sermón de la Montaña y ya antes el mismo
Dios en Su Decálogo. Quienes los siguen no precisan de los filósofos, pues les
basta con seguir a Cristo, el sabio entre los sabios.Pero no a la religión,
pues Cristo no fiundó ninguna, ni el llamado cristianismo es cristiano. Pero
los débiles y desengañados se pusieron a mirar su propio ombligo.Así la diosa
Razón pudo triunfar sobre el trono del mundo, pero en su triunfo encontró su
agonía, como sucede hoy a las Iglesias, a los filósofos y a los cientificos al
servicio de Mammón. Y así es como la falsa razón y la falsa fe son responsables
de una parte importante de la decadencia de nuestro tiempo. Sin embargo hay una
esperanza fundamental: siempre amanece después de la noche, y en la
descomposición de este viejo mundo que no se sostiene, surge ya una nueva
ciencia, una nueva espiritualidad sin religiones, nuevas formas de relaciones
humanas, sociales y políticas. En definitva: alborea una nueva sociedad.
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