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viernes, 12 de diciembre de 2014

GUACHINCHES CON RAFA LUTZARDO

GUACHINCHES CON RAFA LUTZARDO

 POR JUAN MANUEL BETHENCOURT

Sobre Rafael Lutzardo Hernández, periodista tinerfeño de largo aliento, bregado desde sus inicios en La Tarde hasta su paso por varios rotativos, se pueden afirmar unas cuantas cosas. Como persona le distinguen dos rasgos: un corazón que no le cabe en el pecho -quizá por ello, o seguramente por ello, le ha deparado un par de sustos felizmente superados- y un hígado a prueba de bomba. Como profesional, es un cronista genuino de la cultura isleña, además de un integrante de la vieja guardia, uno de esos que relatan las historias que han visto, escuchado y, en su caso, también saboreado. En tiempos de sumisión al cacharro tecnológico, Lutzardo reivindica el periodismo hecho desde las tripas, el testimonio directo y, por ello, verídico, sobre todo si se trata de ahondar en la cultura isleña y sus vericuetos. Es este el caso de su último trabajo, ¡Vamos de guachinches! Y otras casas de comida (edición conjunta de Ángel Morales y Ediciones Idea), presentado ya en varios municipios de la Isla y también en la sede del Cabildo insular. El viernes pasado le correspondió el turno al Centro Ciudadano de San Diego, barrio lagunero identificado con la economía rural y sus productos, incluidos los gastronómicos. Hay unas cuantas cosas que se pueden decir, asimismo, sobre los guachinches. La primera, que son lugares de encuentro, ya sea familiares, amistosos, de compañeros de trabajo. En este espacio democrático de nuestra gastronomía hay, claro, un lugar reservado para la calidad, y también para la innovación, pues los guachinches abrieron brecha en esa figura hoy moderna de nuestra oferta, el llamado comercio con degustación. Hay cosas que en cambio los guachinches no son, y también es preciso dejarlo claro. No son, por ejemplo, una subcultura, y tampoco un lugar para cultivar la nostalgia, pues estos espacios forman parte de nuestro presente, no sólo de nuestro pasado. A veces nos enredamos en la recreación del pasado como estrategia, lo cual es un error, en la medida que el fomento de lo artificial supone en última instancia una banalización de nuestro legado. Así que guachinches del siglo XXI, sí; teatros de época en miniatura, no. Y a ello, al presente de nuestra oferta gastronómica, se dedica este libro de Rafa Lutzardo, aderezado por el complemento que sirven destacados escritores y periodistas también amigos de la buena mesa con mejor compañía. Este es un trabajo honesto y riguroso, un libro que no nos conduce a otros libros, sino que nos anima a pisar el territorio con cualquier excusa, y a conocer algo más de nuestra cultura y de nosotros mismos.

REPRODUCIDO DEL DARIO DE AVISOS
11 DE DICIEMBRE DE 2014

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