LA CUEVA
DUNIA SÁNCHEZ
“Ahí. Ahí están esas cuevas que nos habían dicho en sueños. Cuevas
donde el circular del viento y el agua emiten cierta esperanza.
Introduzcámonos. Todos. A la vez para que el sonido de sus oscuridad nos de la
luz de nuestros pasos a dar. Vamos
compañeros. Agacharos, retorceros. Y todos seremos ese navegar por el cuerpo de
roca de este rincón inhóspito.”, dijo uno de ellos. Se agacharon, se retorcieron y como
serpientes de carne y hueso rastrearon aquella cueva. Iban en busca de la
verdad. Esa verdad que se adentra en nuestra reconditez y pace en las esferas
del alma. Ya dentro de ella hallaron estalagmitas, estalactitas y pudieron
erguirse de nuevo. Solo la luz de una antorcha los alumbraba. El goteo
incesante del agua era eco que los hacía tambalearse de vez en cuando. El piso
era resbaladizo. Seguían caminando, con esa antorcha que a veces parecía que se
iba a apagar, el frío correteaba por sus venas. Al final de ella se encontraron
con tres espejos. Tres, ellos eran tres. Cada uno se detuvo en uno de ellos y
desaparecieron absorbidos por el. La cueva vacía y los tres espejos. Al rato
cada uno de ellos comenzó a mirar desde el interior de el. Cada uno veía sus
dos compañeros reflejados por el espejo que había sido absorbido. Se llamaban
el uno al otro, el otro al uno ante ese encuentro. “ Qué es la vida aquí
adentro. Observo una inmensa llanura donde yeguas de arco iris corren detrás de
un rayo azul. Todo es hermoso, perfecto”, dijo el primero. “ La luz de una luna
llena hechiza los riachuelos animados por el ritmo bello de una canción de
peces, de árboles cuyas raíces nacen de él. Todo es hermoso, perfecto”, dijo el
segundo. “ Ay que tarde, con ese cielo excelso, con el impecable aleteo de las
aves que en migración van de un lado a otro. Todo es hermoso, perfecto.”, dijo
el tercero. Pasaba el tiempo, cada uno
dentro de un espejo. Ellos no se percataban, sus sueños se habían edificado
fiero remar del esfuerzo. Cada uno compartía sus debilidades con otro de sus
compañeros y así sucesivamente. No quisieron más regresar. No quisieron decir
de su secretos atrapados en su mundo.
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