RICOS Y
POBRES TIENEN "CARA B".
ESCRITO POR PATROCINIO NAVARRO
La riqueza externa es a la riqueza
interna como la baratija a la joya. La riqueza externa se necesita cuando el
mundo interior se empobrece de tal modo que sólo se puede brillar con joyas.
Por eso los ricos brillan tanto exteriormente. Por dentro están secos como un
leño viejo.
De
todos es conocida la famosa frase: “Siempre habrá ricos y pobres”. ¿Será
verdad? ¿Estaremos predestinados por alguna maldición bíblica o social a esta división cada vez más acentuada entre
ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres? Aceptar que esto no
puede cambiar es la primera condición para que no cambie y por tanto para que
se perpetúe la injusticia social, pues al
afirmar muchas veces en todas partes y por muchas personas esta especie
de mantra “siempre habrá ricos y pobres”,
se convierte en una fuerza energética que tiende a realizarse. Así que
los poderes públicos y mediáticos favorecen este mantra que tanto les
beneficia, con el resultado de que los pobres se resignan con su pobreza
mientras los ricos jamás se conforman con lo que tienen. Resignación y avaricia
son entonces los dos polos sociales corrientes, y esto está tan asentado en la
vida cotidiana de las gentes que ni siquiera las organizaciones sociales y
políticas de los pobres, de los
trabajadores y de las clases medias, se
plantean terminar con esa doble polaridad, sino mitigar un poco las diferencias
para que no sean demasiado hirientes.
Hasta
el Vaticano, que debería ser un ejemplo en este sentido, es una organización
riquísima dirigida por señores de vida principesca. Esta Iglesia mantiene en su
propio seno enormes diferencias sociales entre los cardenales, obispos y curas
obligados a vivir como funcionarios de tercera clase que cobran por sus rezos
para llegar a fin de mes, lo cual es
doblemente escandaloso. Sin embargo, si le preguntamos a un católico o a
un protestante, le parecerá normal que exista esa división en el seno de la
Iglesia, porque dirán que al fin y al cabo no tiene la misma responsabilidad un
papa o un cardenal que un cura de aldea, y además “siempre ha sido así”, con lo
cual vienen a reforzar el mantra de la división social que los dirigentes
eclesiásticos respaldan frotándose las manos antes de extenderlas de nuevo para
seguir recibiendo, recibiendo de los gobiernos, recibiendo de otros ricos, de
despistados con mala conciencia que
quieren salvar su alma regalando sus bienes a la Institución. Recibir sin
medida es su lema, y no por casualidad
el lema de los ricos normales y corrientes. Esto conlleva no solo una enorme
responsabilidad para las conciencias de todos ellos, que tendrán que dar cuenta
de sus riquezas, sino que dan apariencia de normalidad a lo que es
profundamente inmoral e injusto, pero
una persona con espíritu crítico no cae en esa trampa y pregunta: ¿cómo se puede aceptar como normal esa doble
polaridad en que se asienta el mundo y creer natural ese tremendo malentendido divulgado por la
educación de los ricos civiles o religiosos? Esto ha alejado de las Iglesias a
miles de creyentes en Dios, pues ¿acaso Jesús no vivió en la pobreza y trabajó
con sus manos? Pero estos señores no son cristianos, algo tan devastador para
ellos como para un rico hacerse comunista.
Muchas
personas deslumbradas por el materialismo de los dirigentes del mundo y por la
insana educación recibida sobre los verdaderos valores de la vida, viven en la
creencia de que la felicidad es el bienestar material, y que el dinero es la
moneda de cambio para conseguir su propósito. Contra esto, sin embargo, existe
un dicho popular que dice:"Era un hombre tan pobre, tan pobre, que sólo
tenía dinero".
Si
los ricos fuesen felices por el hecho de serlo, pocos sufrirían por
depresiones, alcoholismo y otras adicciones autodestructivas que provocan
alteraciones graves de sus emociones, de sus conductas sociales y de sus vidas
familiares.
La
riqueza externa es a la riqueza interna como la baratija a la joya. La riqueza
externa se necesita cuando el mundo interior se empobrece de tal modo que sólo
se puede brillar con joyas. Por eso los ricos brillan tanto exteriormente.
Por dentro están secos como un leño
viejo.
En
el universo existe una estricta justicia, y muchos de los pobres que hoy vemos
fueron ya ricos en otras existencias y no aprendieron que quien posee más
medios es sólo un administrador, y no un dueño, y que quien recibe está
obligado a dar, pues esa es la ley: dar y recibir. Como ejemplo, observa tu
propio corazón: sístole y diástole= da y recibe la sangre que nos alimenta.
Quien
da desinteresadamente siempre acaba por recibir aún más de lo que da, y nunca
será pobre, dice Cristo. Por el contrario, quien sólo desea recibir y todo lo
que hace es con esa intención, acabará en la pobreza. Eso lo dice Cristo, pero
pocos de los que se autoproclaman cristianos se lo toman en serio. Del Sermón de la Montaña, al referirse Jesús a
los pobres, aclara que los pobres y bienaventurados son los que no desean ser
ricos. Por tanto podemos deducir que no les admiran ni les imitan, ni explotan
a sus semejantes, ni poseen nada que
tenga como consecuencia hacer daño a otras personas o a la madre Tierra.
Por
tanto, y como conclusión, los pobres solo desaparecerán cuando cada uno deje de
ambicionar la riqueza, lo cual solo puede suceder mediante la evolución
espiritual, por más que muchos ideólogos sociales crean que la guerra de clases
o las luchas sociales son la solución. Externamente pueden mitigar el problema,
pero solo se podrá solucionar cuando el nivel de conciencia de la mayoría
acepte la pobreza en el sentido del Sermón de la Montaña, en el sentido de no
querer ser ricos externamente, sino ricos internamente, ricos de espíritu.
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