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miércoles, 8 de octubre de 2014

FELIPE VI Y LA HISTORIA COMÚN

FELIPE VI Y LA HISTORIA COMÚN

ESCRITO POR  BENITO SACALUGA

Bien sabemos todos que Felipe VI no tiene ni voz ni voto en los asuntos de gobierno, se le aplica y él acepta el humillante precepto del "come y calla". Si respeta la ausencia de voto bien podría hacer lo mismo con la voz y así ahorrarnos la vergüenza de escucharle.
Desde que Felipe VI fue colocado en el Palacio de la Zarzuela, investido de todos los honores y dotado de todos los privilegios que ya disfrutaba su padre, han sido varias las ocasiones en las que se ha visto en la obligación de pronunciar discursos, hablando en plata "de darnos la charla". En poco o nada se diferencian unos discursos de otros. Los que se los redactan deberían esforzarse un poco más, bastante más, y los asesores de imagen del nuevo monarca, con su esposa la cabeza, deberían obligarlo a tomar clases de dicción, expresión corporal y esas otras cosas tan necesarias para que el que no dice nada parezca que dice algo. Guardemos el discurso recién pronunciado en la entrega de los Premios Cavia de Periodismo que deciden en el ABC y comparémoslo con el que se presume que pronunciará en la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, o para hablar con más propiedad de los Premios Princesa de Asturias, y comprobaremos como son un calco tuneado.  Unos discursos y un comportamiento que me recuerdan a los de José Bonaparte, rey de España por abdicación de los borbones (1) y el dedo imperial de Napoleón, centrado en hacerse simpático en Madrid para ganarse el favor popular, que daba fiestas, sonreía a todas horas y por cualquier motivo soltaba largos discursos que hacían contener la risa a los que, obligados, le escuchaban. Unos comportamientos y unos discursos de José Bonaparte que los españoles cortaron de raíz venciendo y humillando en Bailen a las tropas de su hermano Napoleón, poco después de que miles de madrileños dieran su vida luchando en las calles contra los invasores en un inolvidable dos de mayo y días posteriores.

Siguiendo con esto de las similitudes, no está de más recordar la soledad de las calles madrileñas al paso de Felipe VI camino del Palacio de las Cortes el día de su ascenso al trono. Las calles estaban vacías, tan vacías o más que cuando José Bonaparte llegó a Madrid, seguido de una escolta que más que honrarle, le defiende, y observa que las calles están vacías, que nadie sale a aclamarlo, que a pesar de que los franceses y afrancesados han dado orden de poner colgaduras en los balcones apenas se pueden ver algunas. Hasta tal punto fue el desprecio de los madrileños que el "rey" le comentó a uno de sus escoltas: "Madrid es una ciudad sin gente".

Resulta estremecedora la semejanza que existe en el tono y la entonación de las charlas de Felipe VI con las que nos daría cualquier cura desde su púlpito. El mismo tono de voz y la misma hipócrita actuación. Para que el parecido sea perfecto solo le falta que al terminar su perorata dijera eso de: "Ir en paz".

Oír en boca de Felipe VI la palabra "libertad" cuando desde que nació fue un súbdito de Franco, criado y educado "a la orden de..." resulta cuando menos hilarante. Él renunció a defender la verdadera libertad a cambio de una vida regalada y un principado y ratificó su renuncia cuando un día desfiló en el Rolls Royce de un dictador camino de su particular Notre Dame, un camino hacia la corona, pero al contrario que Napoleón, que lo hizo para coronarse emperador y así distanciarse del antiguo régimen y romper con la herencia de la Casa de Borbón, Felipe lo hizo para preservar el régimen que Franco diseñó y para perpetuar esa extranjera Casa de Borbón en una España que rezuma republicanismo. Felipe VI no puede hablar de Libertad, el concepto que tiene de ella es el mismo que el de aquel nefasto gallego que se empeñó en que España fuera "Una, Grande y Libre" aunque los españoles fuéramos muchos y reprimidos al límite. De joven nunca conoció otro significado de la palabra libertad, solo la versión de la dictadura, y ahora su reinado se basa en que los españoles carezcamos de ella para decidir que clase de Estado queremos y quien ha de ser el Jefe del Estado.

Bien sabemos todos que Felipe VI no tiene ni voz ni voto en los asuntos de gobierno, se le aplica y él acepta el humillante precepto del "come y calla". Si respeta la ausencia de voto bien podría hacer lo mismo con la voz y así ahorrarnos la vergüenza de escucharle, a la vez que el importe de su smoking y los trajes de alta costura de su esposa. Pero no lo hará, y no porque no lo esté deseando, sino por que no le dejan, él preferiría reinar como lo hizo su padre, que solo en Navidad nos daba la charla para decirnos que lo que debemos hacer es (sic) "tirar del carro". Ya sabemos todos que la corona "no puede hacer nada" para aliviar la situación laboral de una española de a pié con sus pies, los dos, en el paro (palabras de la Reina), pues claro que no, ni por ella ni por nadie que no sean sus cortesanos, nobleza obliga, aunque como en el caso de los borbones sea una nobleza de ese genero chico, de zarzuela, ni siquiera de opereta francesa como les correspondería. Yo me pregunto en que estaba pensando Felipe VI cuando en su último discurso dijo eso de (sic):   “Apoyarnos y enriquecernos mutuamente desde una historia común”, y no lo digo por lo del enriquecimiento, que bien podría pero hoy me abstengo, me quiero referir hoy a eso de la "historia común", palabras que pronunciadas por "Su Majestad" son un insulto a cientos de miles de españoles que dieron su vida por la República mientras su abuelo pedía a Franco un puesto en la Armada sublevada, puesto que el dictador le negó entre risas y exabruptos. De historia común nada. En todo caso historia compartida desde la coetaneidad de los hechos.

Los españoles de a pié no hemos pasado la infancia en palacios, no hemos recibido las caricias del dictador, ni a ninguno nos han regalado nada, a Felipe VI le han regalado un trono. De historia común nada. Los españoles de a pie no hemos derogado una Constitución como hizo su antepasado Fernando VII. Tampoco hemos dilapidado el dinero de nadie en orgías palaciegas como su nada lejana antepasada Isabel II, tampoco hemos cazado elefantes como su padre, tampoco hemos hecho "viajes privados" con una princesa que no lo es, como su padre, y tampoco hemos sido agasajados en palacios árabes, tampoco hemos..... De historia común nada. Tampoco las diferentes regiones que hoy conforman esta España tienen una historia común, si a eso se quería referir el rey en su discurso demuestra un perfecto desconocimiento de la historia de España, aparte de un gran desprecio por la individualidades de sus antiguos reinos, de sus regiones y de su atribulada historia. De historia común nada. Si acaso juntos, pero nunca revueltos, y si juntos nunca a la fuerza.

Algo si ha sido común a todos los españoles y ha sido el tener que soportar a la Casa de Borbón desde hace exactamente 314 años, que no es poco tiempo, ni pocas las desgracias que nos han supuesto sus reinados, intrigas, guerras de sucesión, directorios militares, protección a ultranza del catolicismo, pérdida total de las colonias y vergonzosos comportamientos personales. Sí, 314 años desde que Philippe de Bourbon, duque de Anjou, nacido en Versalles como segundo de los hijos de Luis, Gran Delfín de Francia y de María Ana de Baviera, fuese coronado como Felipe V rey de España.

Ya acabo, solo por si alguien le cuenta a Felipe VI algo de lo anterior, rogarle que me hiciera el favor de decirle a Su Majestad que una cosa es "su" historia de España y otra historia la de los españoles, y que la España de hoy no es una unidad formada por sus pueblos, es un conjunto de ellos, como debe ser y solo ser hasta que libremente alguno de ellos quiera bajarse del tren.

Benito Sacaluga.



(1) En marzo de 1808 tuvo lugar la revuelta de la servidumbre y los oficiales en la residencia del rey en Aranjuez. Forzado por su guardia personal, Carlos IV tuvo que ceder la corona a su hijo, Fernando VII, quien ya había intentado dar un golpe similar cinco años antes en El Escorial. En mayo siguiente, tras la ocupación de España por las tropas del Emperador de todas las Francias, Napoleón Bonaparte, Carlos IV y Fernando VII fueron enviados a la localidad francesa de Bayona. Allí el emperador obligó a Fernando VII a devolver la corona a su padre quien a su vez fue obligado a abdicar en Napoleón. Dos días después el emperador se la cedía a su hermano, José, quien sería rey de España hasta 1814.

La abdicación es una costumbre digamos que bastante habitual en la Casa de Borbón:



El primer Borbón, Felipe V, cedió la corona a su hijo Luis I de España hasta que una viruela se lo llevase por delante y Felipe V se vio obligado a sentarse nuevamente en el trono de España.
Carlos IV abdicó en su hijo Fernando VII.
Fernando VII es obligado por Napoleón a abdicar en su padre, Carlos IV, y este en Napoleón, quien a su vez cede la corona a José Bonaparte.
Isabel II abdicó en su hijo, Alfonso XII.
Alfonso XIII "abdica" (es expulsado de España), la Junta Republicana asume la Jefatura del Estado.
Juan de Borbón abdica en su hijo Juan Carlos I, obligado por el dictador Franco.
Juan Carlos abdica, obligado, en su hijo, Felipe VI.

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