ESPAÑA SE
PODEMIZA
ALFREDO SERRANO MANCILLA
Han probado de todo y con todo. Podemos sigue siendo la diana
recurrente de la casposa y castosa partidocracia en España. Los ataques son
continuos. Detrás de cada bala, siempre viene otro proyectil con la burras intención
de hacer creer que es posible el contenido de esa mítica caricatura: “prohibido
ver lo evidente”. Sin embargo, toda la munición empleada ha dejado de ser
efectiva. Es demasiada obsoleta para contrarrestar a esta nueva formación
política y social en movimiento y crecimiento, con aire fresco, que usa un
renovado relato sorteando las trampas tradicionales de un poder constituido
cada día más deconstituyente. Las andanadas contra Podemos son excesivamente
arcaicas para que gocen de la eficacia deseada. ¿Por qué? Porque este
instrumento político ha cambiado las reglas del juego dejando de jugar a ser el
perdedor más valorado. Podemos no persigue el aplauso de una minoría ilustrada
sino que busca ser el legítimo representante del nuevo sentido común de la mayoría
social. La batalla cultural también exige de nuevas formas de seducción. No se
trata de pedir carnets de quién es más de izquierdas ni de derechas; es
cuestión de resignificar las metáforas que constituyen los nuevos imaginarios
para alcanzar nuevas lealtades; es hora de elegir entre democracia y
oligarquía, entre pueblo y casta.
Estos aciertos tácticos y estratégicos no significan que la
travesía de Podemos en la política española haya sido color de rosas. Aunque
dice el refrán que “lo que no mata, fortalece”. Y así ha sido después de
superar cientos de miles de obstáculos. Los primeros disparos vinieron con la
mayor de las soberbias pero con el el peor de los defectos anti democráticos:
no ver aquello que la mayoría percibe. La miopía es propia del poder hegemónico
cuando éste se aleja en exceso -hasta el desprecio- de la mayoría social que
pretende hegemonizar. Al surgir el movimiento de los indignados, del 15M (del
2011), se repudió como si fuera un insignificante juego de niños trasnochados,
y boboestigmatizándolo creyendo erróneamente que la población común –esa misma
que ve la televisión- no sufría del mismo nivel de precariedad social que esos
manifestantes espontáneos. Se apresuraron a titular que si “comunistas,
anarquistas o antisistemas”. Pero no. No eran ni extraterrestres ni
antisistemas. La equivocación garrafal de la prensa conservadora fue creer que
podía construir una gran muralla para incomunicar al pueblo que se manifestaba
de aquel otro pueblo que parecía estar callado. El remake de esa vieja táctica
guerracivilera, de diferenciar entre buenos y malos, fue absolutamente
infructuoso. Brutal error de medición política para el bipartidismo que lo
sigue pagando caro porque demuestra desde hace años que perdió todo olfato
popular. No hay línea divisoria posible entre unos y otros porque desde hace
años el consenso viene rompiéndose; porque la descomposición política sigue en
ascenso; porque el pacto por arriba ya no se soporta por abajo.
Pero la ametralladora no cesó ni un instante. A la indignación,
se le dijo que se presentara a las elecciones pensando que esto jamás iba a
suceder. Pero se llevaron sorpresa cuando Podemos decide nacer como instrumento
político para presentarse a las elecciones europeas del 25 Mayo (2014). Frente
a ello, lo primero fue el silencio, hasta el punto de invisibilizarlo en todas
las encuestas. Pero luego, el 1.245.948 votos (5 eurodiputados) de Podemos hizo
tanto ruido que las arremetidas tuvieron que cambiar de estrategia. Que si son
etarras; que si son chavistas (como si esto fuera un insulto viniendo de
aquellos que sí han logrado llevar a España a la ruina social y económica); que
si son populistas (como si hablar como pueblo para el pueblo fuera un pecado);
Jose María Aznar y Felipe González también se sumaron a la yihad anti
podemista. Pero nada resulta ser eficaz como antídoto para frenar a lo que
supone Podemos, porque no se trata de anular a sus líderes sino que lo
complicado es acabar con la fuerza simbólica que ello constituye.
¿Y ahora, qué? Lo último viene del recurrente mito de lo
imposible, esto es, cuando no se puede vencer el discurso del adversario, lo
mejor, según una vieja estrategia del poder económico, es afirmar que es “lindo
pero imposible”. El neoliberalismo fue consolidándose de manera irreversible
gracias a su capacidad expropiadora que ha llegado a abarcar hasta la
expropiación de las ganas y esperanzas de cambiar las cosas. Esa es la nueva
batalla: Podemos contra los fieles del No Podemos. Por ahora, Podemos continua
ganando terreno frente al eco dominante del desánimo. Lo visto en la Asamblea
Sí se Puede este pasado fin de semana en Madrid muestra precisamente que hay
mucha gente que sí cree que tienen capacidad para cambiar las cosas. Frente a
ello, los ataques no descansan, y se reinventan. Ahora buscan desde afuera
avivar la división interna en Podemos simplemente porque se observan opiniones
diferentes, por ejemplo en la forma de organización. Tan mal acostumbrado nos
tiene el bipartidismo que opinar diferente tiene hasta mala prensa. Sin
embargo, Podemos vuelve a revitalizar un principio algo oxidado en la política
española: la confrontación es esencial para mantener viva a la política. Y así
lo práctica: discusión abierta para que luego abiertamente la ciudadanía elija
aquello que desee. Y así, Podemos en unos días saldrá eligiendo su propia forma
de organización, que ha de compatibilizar virtuosamente democracia y eficacia
necesaria y suficiente para disputar el momento histórico que vive actualmente
España.
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