ELOGIO AL COMPROMISO
EDUARDO SANGUINETTI, FILOSOFO
No olvidar que
todo hombre ama la libertad; quien es justo la pide para todos y quien es
injusto solamente para sí.
Vivimos
quizá una época histórica en la que hemos visto cómo grandes utopías han
quebrado. Ahora, se mantiene vigente más bien una utopía sin pretensiones, que
había permanecido latente, oscurecida por la prepotencia de las demás.
El
hombre de hoy se siente cómodo en un ambiente poco agresivo, tolerante, en el
que los individuos, más liberados de la influencia de los demás, se disponen a
probarlo todo. Se ha abolido lo trágico y se navega con soltura en una
mentalidad frívola, no comprometida, devaluadora de lo real.
El
siglo XX, que ha sido, posiblemente, el más sangriento y trágico de la
historia, justifica el descrédito de la seriedad, porque en el origen de esas
grandes tragedias aparece siempre alguien que se tomó algo demasiado en serio,
fuese la raza, la nación, el partido o el sistema.
La
sociedad desconfía, con razón, de todo fanatismo. Hay un valor máximo, que es
la libertad, y el resto son procedimientos para conseguirla. Le cuesta admitir
cualquier afirmación sostenida con vigor. Cualquier norma excesivamente
definida le asusta. Prefiere el vagabundeo incierto, el buen humor. Es como si
una consigna tácita nos ordenara no tomar nada demasiado en serio, ni siquiera
a nosotros mismos.
Es
cierto que hay que reconocer grandes conquistas a esta mentalidad que acabamos
de describir. Entre otras cosas, haber barrido a toda una fauna de personajes
autoritarios, todos bastante ridículos y prepotentes.
Ahora
puede decirse que, por fortuna, el autoritarismo ha quedado muy devaluado. Es
preciso reconocerlo y celebrarlo.
Sin
embargo, la actitud de levedad con que algunos han reaccionado frente al
antiguo autoritarismo trae consigo frutos muy diversos: pretende fortalecer la
personalidad, pero acaba, sin embargo, propugnando una personalidad débil y
diluida; en vez de exaltar la creatividad, que es lo que pretendía, engendra un
sujeto errático y pasivo. No puede olvidarse que la huida de la realidad
convierte al hombre en simple espectador de su vida.
Y
cuando se pretende eludir el compromiso, se elude la realidad, porque la vida
está plena de compromisos, sobre todo el de uno con uno mismo. La vida es optar
y adquirir vínculos. Quien pretenda almacenar intacta su capacidad de optar no
es libre: es un prisionero de su indecisión.
La
valía de una persona puede medirse por el número y calidad de sus vínculos. Por
eso, aunque todo compromiso en algún momento de la vida resulta costoso y
difícil de llevar, perder el miedo al compromiso es el único modo de evitar que
sea la indecisión quien acabe por comprometernos.
La
persona está constituida por los valores en los que cree, que imprimen en su
rostro la huella de su nobleza o de su vulgaridad. Somos lo que creemos. Lo que
albergamos en nuestra mente nos marca de manera indeleble. Se imprime en
nuestras facciones y en nuestros gestos. Se convierte en nuestra manera de
ser…Lo manifestado, en este artículo de opinión, por supuesto, lo hago
extensivo a políticos y macro-empresarios de toda especie y color.
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