NIÑOS CENTROAMERICANOS. NUEVOS PARIAS SOCIALES
ESTEBAN DE GORI
La migración de niños y niñas hacia los Estados Unidos,
principalmente provenientes de Honduras, El Salvador y Guatemala, devela el
drama social y estatal de los países de esa región y la negación del país del
Norte a acogerlos. Por tanto, podemos decir que ni los Estados de origen, ni el
Estado de destino los desean. No existe, teniendo en cuenta esta situación, un
territorio estatal que busque la realización de sus derechos.
Los niños migrantes –aunque regresen deportados a sus países- se
han transformado en parias sociales, en out siders de sociedades que solo les
ofrecen un “menú” de posibilidades lacerantes: la pobreza, la desigualdad, la
participación en actividades ilícitas o la partida hacia el Norte. Entre otras
posibilidades cabe indicar que esos niños y niñas se transforman en una promesa
y posibilidad para sus familiares que quedan en los Estados de origen. El niño
o niña puede ser el salvoconducto para el envió futuro de remesas, el ejemplo
social de que alguien de la familia “pudo salvarse”. O tan solo, puede ser la
demostración de que pudo sortear la violencia social y pandillera que obliga a
los ciudadanos a migraciones internas. Por lo tanto, su deportación es
percibida como un fracaso para todos aquellos familiares que colaboraron en su
partida.
II
Nos preguntamos: ¿Quién o quiénes han transformado a este grupo
humano en parias sociales? En principio, las rutinas y prácticas estatales y
gubernamentales. Es decir, son el resultado de un conjunto de acuerdos que las
élites políticas y económicas centroamericanas establecieron con otras de
países centrales hace décadas y que se sostiene en la afirmación del libre
mercado, la desregulación estatal y la lógica securitista. Por tanto, los
“creadores” de ese contexto de desigualdad y pauperización que instituye a los
parias sociales –ahora- deciden desterrarlos o no aceptarlos en el espacio de
sus fronteras. De esta manera, los niños y niñas centroamericanos se encuentran
ante un drama humano de proporciones.
III
Existe un destierro obligado para escapar de las penurias
sociales y de la violencia pandillera –también, ejercida mayoritariamente por
otros jóvenes-. Un exilio económico que afirma la situación de vulnerabilidad
de estos pequeños migrantes. Pero la decisión de los Estados Unidos de sellar
sus fronteras a esta situación, solo empuja a la producción de una situación
trágica: migración económica y deportación masiva. Un circulo que ejercido al
modo de un “escarmiento” para los países de origen afecta la condición de lo
humano de esos niños y niñas.
Las comunidades estatales centroamericanas –con diversas
intensidades- se encuentran, o bien en un proceso de disolución o de lentísima
recuperación de sus instituciones o políticas integradoras. El freno o
reducción de la pobreza –en algunos países- no ha obstaculizado el incremento
de la desigualdad y de la desprotección social de niñas y niños, sino todo lo
contrario. Por ejemplo, Guatemala es el país que menos invierte en la niñez,
tan solo destina el 3.1% de su PBI. Mientras que Honduras, Costa Rica y
Nicaragua invierten más del 6%. Pero pese a estas asimetrías, podemos indicar
que los estados centroamericanos –como rasgo común- no protegen a sus niñas y
niños y, por si fuera poco, los someten a una “desintegración social de alta
intensidad”.
Entonces, ¿cómo debería denominarse la condición jurídica de
aquellos que escapan de sus países para no morir de pobreza o de inseguridad?
Estamos ante una nueva situación. ¿Estos niños deberán ser considerados
“refugiados sociales”?
IV
La expulsión de niños y niñas –como parte de un flujo constante
de de hombres y mujeres- está promovida por las escasas políticas de
integración, la violencia social y una percepción empírica de que las
instituciones estatales no pueden garantizar un bienestar futuro. Los estados
guatemalteco, salvadoreño y hondureño no logran reconstruir una promesa de
bienestar para niños y niñas. Es decir, la migración de niñas y niños es la
mejor expresión que toda imaginación de un futuro mejor esta disuelta y en
profunda crisis. Este nuevo sujeto migrante constituye una patente realidad
política: son aquellos que fueron soslayados de las prioridades políticas.
V
La deportación y regreso a sus países de orígen solo puede
amplificar la desigualdad y pobreza intrafamiliar, como la de niños y niñas
(las cuales, se encuentran fuera del régimen escolar y sanitario). Es decir, es
posible que se produzca una revictimización de estos sujetos migrantes,
provocando nuevos daños. A su vez, esto coloca a los Estados ante la necesidad
de repensar sus políticas para niñas y niños, fundamentalmente, si desean
garantizarles sus derechos y que no culminen en manos de las pandillas, del
trabajo esclavo, del abuso laboral, como de las “garras” de polleros y coyotes.
Los estados centroamericanos tendrán que decidir si integran a estos grupos o
si los reafirman en su condición de parias sociales o de out siders. Si este
último es el camino propuesto por la dirigencia política, posiblemente
observemos en el futuro mayores tragedias sociales.
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