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sábado, 12 de julio de 2014

ARTÍCULO DE OPINIÓN: ES DE JUSTICIA DEMOCRÁTICA



ARTÍCULO DE OPINIÓN: ES DE JUSTICIA DEMOCRÁTICA
LUIS DIAZ

Hablar del Templo Masónico de Santa Cruz de Tenerife probablemente sirva como elemento de enganche con el tema central del presente artículo: la recuperación de un legado que es nuestra propia historia. Tal construcción de 1900, proyectada por Manuel de Cámara y levantada por los masones de la Logia Añaza, ahora Bien de Interés Cultural, es uno de los máximos exponentes de la arquitectura masónica en nuestro país. Y, como todo lo relacionado con la Masonería, a partir de julio de 1936 comenzó un proceso “de acoso y derribo” que no acabaría (administrativa y oficialmente) hasta la legalización de tal organización en el año 1979.

En el citado edificio situado en la c/ San Lucas de la capital tinerfeña se desarrollaron las distintas actividades de los masones previas a 1936, ya fuesen ordinarias o extraordinarias, internas o externas, como bien podría citarse la existencia de la Escuela de Añaza, centro educativo gratuito financiado por la propia organización. Sin embargo, y tras el levantamiento franquista contra la II República, fue ocupado, y el 15 de septiembre del año 1936 (fecha del primer decreto de Franco contra la Masonería), fue requisado, expoliado y cedido a la Falange Española, principal organización adepta al bando sublevado. Comenzaría así un periplo que alejó su utilización de la de los fines propios para los que fue erigido, pasando a ser farmacia y óptica militar, hasta su venta por parte del Ministerio correspondiente al Ayuntamiento de Santa Cruz en 2001 por una cantidad cercana al medio millón de euros.

Tras la firma del convenio entre el Consistorio santacrucero, el Supremo Consejo del Grado 33 del REAA para España y de la Gran Logia de España para la recuperación de tan emblemático espacio, parece que esa densa niebla que ha envuelto a la Fraternidad Masónica después de los cuarenta años de dictadura franquista se comienza a disipar con la naturalidad con la que se deben desarrollar las cosas en un ambiente democrático y justo. Afirmo lo anterior basándome en que, como estudiante de Historia y como ciudadano quiero que mi país reconozca, como justamente ha reconocido el de otros colectivos, el aporte histórico de la Masonería Española a la sociedad, a la cultura y al librepensamiento, alejándonos siempre, para cumplir con cierta calidad humana, de ideas preconcebidas y del “morbo” que, desgraciadamente, ha sido el caldo de cultivo de multitud de trabajos sobre el tema.

Los masones fueron un colectivo duramente castigado tras la sublevación militar de 1936, junto a otros grupos sociales, culturales y políticos. Quizá el mejor ejemplo sea el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo[1], cuyas sentencias incautaban bienes y privaban de la libertad a aquellos que se habían sentido lo suficientemente identificados con el Código Moral Masónico como para pedir su ingreso en una Logia e iniciarse. No fue la represión contra los masones algo  acontecido únicamente en España durante la dictadura del General Franco, sino que fue elemento coincidente de los gobiernos dictatoriales del pasado siglo XX, tanto de un signo político como de otro (la defensa de la libertad de conciencia y de pensamiento es algo que los fanatismos no tienen por costumbre perdonar). Eso no quiere decir, de ningún modo, que sea un tema menor.

Trabajos históricos científicos serios y centrados en aspectos con la suficiente relevancia como para merecer la atención de distintos grupos de investigación o de profesionales como bien podríamos nombrar a Ferrer Benimeli, Martínez López, Álvarez Lázaro o Manuel de Paz, nos han descubierto un horizonte relacionado con la historia de la Masonería y de la vida personal de sus miembros alejado de visiones influidas por teorías decimonónicas más centradas en ideas fantasiosas basadas mayormente en “rumores” que en pruebas, ya fuesen en soporte físico u orales.

A día de hoy, en el Estado Español, existe un tímido pero firme interés por los estudios masónicos desde una perspectiva científica y natural, centrado más en ideas y principios que en nombres destacados; más en el compromiso social que en rebuscadas influencias políticas a gran escala: es fruto del deseo de Verdad. Nada más y nada menos que de conocer esa contribución de un colectivo determinado a la construcción de un tejido que tanto incomodaba a todos los radicalismos del siglo XX. Ejemplos son el Master de Historia de la Masonería de la UNED, las distintas jornadas que pueden organizarse durante un curso académico en las instituciones universitarias de todo el país o el acuerdo para la constitución del Centro Internacional de Estudios Masónicos Añaza: pilares todos de la lente con la que podremos ver a la Masonería sin tapujos, eliminando miedos ya caducos y propios de otras épocas que sólo deformaban la realidad.

Mi deseo como ciudadano y como estudiante, es el de, algún día, poder acceder al Templo Masónico de la C/ San Lucas con la intención de observar paneles de exposiciones sobre aquellos que defendieron mi derecho a pensar libremente y a comprobar en mi propia piel los efectos de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, o la de acudir a conferencias que demuestren teorías comprobadas y no mentiras aceptadas por repetición sobre los masones, que no son más que personas normales que vieron en esa organización la posibilidad de explotar y fomentar los ideales que en su vida les movieron, ya sea pública o privada. Al igual que se recoge en el proyecto de colaboración presentado por la administración canaria junto a la Masonería, habría que reconocer y saldar la deuda histórica de nuestra sociedad con el movimiento masónico en general y con la Masonería en Canarias más particularmente.

Con la recuperación del legado masónico de la capital tinerfeña, se abre la posibilidad de hacerlo con el resto, y mayormente el intelectual, que tanto cambió nuestra sociedad. Algún día este país valorará enormemente la contribución de la Masonería Española en su propia historia, y recordará de forma honrosa a esos hombres que decidieron que perteneciendo a la organización masónica serían mejores, practicando el bien por el bien mismo. Es de justicia democrática.

Luis Díaz

Estudiante de Historia en la Universidad de Almeria



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