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jueves, 21 de noviembre de 2013

UN EMBLEMA DE LA INDECENCIA

UN EMBLEMA DE LA INDECENCIA

Cándido Quintana

 En plena efervescencia del juicio del MAMOTRETO, con diversos políticos y técnicos imputados y al que estoy asistiendo, y más allá de consideraciones diversas como volumetrías, líneas que invade u otros aspectos ajustados a posibles ilegalidades, subyace una verdad mucho más sencilla que tiene que ver con las formas de actuar de las personas, que son de largo mucho más importantes. Sea cual sea la sentencia final, en boca de muchas  personas y en la mía también, estamos ante un símbolo de la corrupción y del mal hacer, se trata de una artimaña más, propiciada por las clásicas componendas que han nacido en donde sabemos, como otras muchas, y que se corresponde con los habituales enjuagues políticos de por aquí.

 Nada ni nadie puede justificar la razón de ser del mamotreto, por mucho que lo quieran adornar dándole la consideración de interés público o similares, porque la jugada, maestra como la de la propia trama que lo alberga, la de Las Teresitas, está muy clara y no se justifica más allá de la picaresca y, a partir de aquí, de cualquier cosa que uno quiera pensar. Empezaron por darle la consideración de necesaria a una edificación en la cabecera de la playa, por escasez de aparcamientos, y para ello, y de forma tan sorprendente como inaceptable, eliminaban muchos de los aparcamientos gratuitos existentes. Y los eliminaban con la justificación, también sorprendente e inaceptable, de subir el nivel de arena de la playa, cuando saben, todos lo sabemos, que no hace falta, pues la playa se utiliza mayormente en su tercio inferior, el que linda con el mar. Se trata simplemente de un “a ver si cuela”, para no quedar muy mal en la foto.

 Modificados del proyecto aparte, se tocan otras venas sensibles, como la inseguridad en la desembocadura del Barranco de las Huertas por avenidas de agua, para, aún existiendo soluciones más lógicas, baratas y efectivas, subir el nivel de la carretera y encauzarla por encima del mamotreto, elevando el rasante del lugar con la pretensión de darle al mamotreto la consideración de garaje soterrado y no de locales comerciales con frentes al exterior, que es lo que realmente son. Son jugadas de maestros, más propias de personas que deberían dedicarse a la bolsa por su gran oportunismo, y no hablo de “sacarse” muchas loterías. Estoy hablando de picaresca más que de casualidad, pero de cualquier manera de un negocio redondo y seguro, el “todo en uno” en un entorno sin competencias, en el que te obligan a aparcar y a consumir por un, ¿módico precio?

 No debemos tolerar que se consolide en mamotreto, Las Teresitas ya no está sólo aquí, también está en el Supremo, ¡YA VALE! Y lo digo, sin ni siquiera entrar en los riesgos que se puedan generar por descansar un importante viario con diversas conexiones sobre su estructura, estando construido donde está, a la vera del mar, sobre una playa. La distribución del tráfico del entorno tiene otras soluciones más lógicas, baratas y efectivas, como ya dije, las de toda la vida, que están ahí y basta con mejorarlas. Y quitando todas estas absurdas justificaciones, el mamotreto pierde toda su razón de ser más allá de triquiñuelas y pelotazos, su inexistencia nos dejaría una playa más amplia y expedita y de mejor ver, como siempre ha sido. Sólo procede la DEMOLICIÓN de este engendro del algunos, que no de la naturaleza, tal y como decidieron en el Pleno del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife el 18 de septiembre de 2009, hace ya más de cuatro años. ¡Ejecuten de una vez ese acuerdo y no mareen más la perdiz!

 © Cándido Quintana

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