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lunes, 18 de noviembre de 2013

DESDE EL MITO A LAS HUELLAS DE LA REALIDAD

DESDE EL MITO A LAS HUELLAS DE LA REALIDAD
Agustín E. Díaz-Pacheco (*) 
 Existen libros que poseen un doble valor, el otorgado por la propia hechura que le confiere su autor y el avalado histórico-literariamente por la solvencia intelectual de un gran creador. Es éste el caso de la obra Viaje a Hero (1), del escritor, músico y profesor de filosofía, Roberto Cabrera, y con la presencia de un excelente texto que supo bien concebir un inolvidable creador de la talla de Rafael Arozarena, poeta, narrador y novelista, hombre que, a su manera, cultivaba el reconocimiento dispensado hacia jóvenes y también curtidos creadores, estando siempre bien atento a nuevas entregas literarias, y siendo testigo del afortunado brotar de nuevas promesas dadas en la literatura canaria. El texto que inaugura las páginas de Viaje a Hero, ha quedado impreso en forma de prólogo, el cual hemos de leer detenidamente. A continuación, es al lector a quien le corresponde internarse en los trece cuentos que componen el libro de Roberto Cabrera. Se trata, pues, de viajar lentamente y partiendo del mito atrever a comprobar las huellas de la realidad, ya que ésta en ocasiones puede adquirir diversas categorías.
     Cuando Rafael Arozarena menciona en su prólogo al excelente escritor francés Julen Gracq (autor en considerable parte hermanado con Dino Buzzati y Ernest Jünger), para ubicarlo con valiosa certeza: “Recordemos al protagonista Simón, de un relato de Julien Gracq, que mientras “está esperando a una mujer a la que ha citado en un lugar de Bretaña, recorre la península hasta el amanecer: no habría visto nada de lo que vio si no estuviera esperando a aquella mujer” (2). Evidentemente, la espera se articula de manera tal que se constituye en una especie de agradecidas y sucesivas apariciones, pero también adquiere connotaciones de una involuntaria y singular pretextualidad: esperar, recorrer, descubrir y contemplar. 
     Hace años leí en una obra de Mircea Eliade, cómo éste calificaba al mito como “las vitaminas del alma”, palabras que se instalaron definitivamente en mi memoria. Era, por supuesto, blindar, por así decirlo, una nueva valoración inherente al mito, presente en diversas culturas, y, sobre todo, en la greco-romana. En tal sentido, el autor de Viaje a Hero ha concebido el permanente instante inicial del mito para a continuación desplazarse por algunos suburbios de la historia de las personas. También porque evocar el mito, puede consagrar aquellas circunstancias que corren el riesgo de poder pasar desapercibidas, ya que una vez amparadas y asentadas por el mito adquieren diferente esencialidad. Es así como el cuento que le da título a la obra se me antoja como una lúcida metáfora de la isla, su gente y la familiar y perenne proximidad del mar. El merecido recuerdo a un familiar cual es (en presente histórico) Joaquín Rivero, notable escritor, surge en “Letrinas”. Un misterio repetido en la cotidianidad, es expuesto en “Niño serrucho”. Y así sucesivamente, sin olvido de la ciudad subsuelo que es Habaneros, con su población y extrarradio, habitando “Extraña partitura de jazz”. Igualmente, el niño con cara de reloj, que en “Mejor volar” hace marcar sus manecillas. También una especie de bilocación, tan recurrida por las tradiciones afrocaribeñas,  es la que late  en “La negra conga”. O sea, el fecundo universo mágico canario-cubano hace acto de presencia en Viaje a Hero, y lo efectúa desde la transgresión estética que supuso el existencialismo, y al que alude en su excelente prólogo el siempre recordado escritor Rafael Arozarena, quien menciona a Agustín Espinosa, genial escritor que deliberadamente permanece en el secuestrador silencio crítico y manifiestamente neocensor de origen extrainsular,  el sustentando por quienes poco o nada saben del modernismo y también del surrealismo. 
    Es, pues, Viaje a Hero, una suerte de eco, de grito que se traslada a través del Océano, y que encuentra en la literatura la presencia feraz de la memoria, el acento poético, para continuar invitándonos a preguntar, indagar y crear. Tales son las inquietudes que agitan la creatividad de Roberto Cabrera desde hace muchísimos años, inquietudes consistentes en rescatar la siempre necesaria presencia de algún que otro texto, o incursionar en obras que por ahora permanecen calladas en su diario quehacer.  Dichas inquietudes se han trasladado a la música, por cuanto Roberto Cabrera, Mariano Luis, Olga, Pepe y Ruskin son quienes componen el grupo musical que se maniesta por sus piezas de jazz fussion, y lo viene haciendo desde hace muchos años, grupo denominado Gato Gótico [Gato Gótico, “emblema entre barroco y existencial del escritor cubano Lezama Lima”, como escribí hace años en “Cuadernos del Ateneo de La Laguna”, bajo el título: “Gato Gótico: sonido seminal”], en el que existe una estrecha correspondencia entre música y literatura. Por otra parte, vincular música y literatura, aunque pueda ser inconsciente, viene a demostrar que un libro no es más que un heterodoxo pentagrama al que nuestros ojos le ponen música. Y al igual que lo anterior, la música nos vienes a descubrir comarcas y naciones sin fronteras, es decir, las tribus de la Tierra. Es lo que nos puede otorgar Viaje a Hero, la descripción musical de la memoria, el itinerario a seguir, el paisaje que eterniza el taxidermista de la cultura, la inhabitual comarca de los ansiados sueños.   

(1).- Viaje a Hero, Roberto Cabrera, Ediciones Aguere-Ediciones Idea, 121 páginas, Tenerife, 2013.
(2).- Op. cit., página 13.
(*).- Agustín E. Díaz-Pacheco es escritor.

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