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jueves, 19 de septiembre de 2013

Gieco, Cristina, Pepe y los otros

Gieco, Cristina, Pepe y los otros
Eduardo Sanguinetti - Filósofo Rioplatense
La verdad es que, para mí, sería una experiencia maravillosa oírla hablar sola”. Estas fueron palabras que pronunció el cantautor León Gieco tras ratificar su apoyo a la presidenta Cristina Fernández. (DyN).

Lo manifestado por Gieco expresa que la relación entre consenso/disidencia es inseparable en una sociedad que gestiona la resolución de los conflictos en términos de mayoría, de políticas públicas y centralizadas, de códigos legales unívocos o de legalidades no dichas ni escritas, pero no obstante dependientes de la “ontología de lo mismo”: este es el estado natural y continuo que como paisaje reciben los habitantes del planeta enfrentados a un flujo irreversible de acontecimientos que no pueden ocultar su extremo rigor. Lo expresado se legitima en las palabras del presidente de Chile Sebastián Piñera ante la prensa, al cumplirse el 11 de setiembre, 40 años del sangriento golpe de Estado que derribó al gobierno democrático del Dr. Salvador Allende “que ni la justicia, ni la prensa, ni toda la sociedad de su país hicieron lo que debían para frenar las violaciones a los derechos humanos, cuando sobrevino la dictadura” (Los Andes).

Temo, pues, no solo que las mayorías expresen su voluntad, manipulada desde las corporaciones económico mediáticas cual rutina hora a hora fabulando, sino que intenten universalizarla persiguiendo a la disidencia, hoy presente en una serie de individuos aislados, pues lo que se denomina oposición en Argentina es la simulación de un simulacro de un partido ausente inmaterial que encarna los sueños de autonomía. El ejemplo que aplico son los dichos de la vice-jefa de gobierno porteño María Eugenia Vidal, afirmando el vínculo político entre Mauricio Macri y el ex jefe de gabinete kirchnerista Sergio Massa. Horas antes, un candidato del massismo, Felipe Solá, dijo: “Si hubiera existido acuerdo, lo hubiéramos hecho público”.

Democracia e igualdad no son lo mismo, sino que incluso resultan términos antinómicos: si la política presupone condiciones de igualdad, es preciso entenderla como una fuerza cultural de la época: una compulsión a la identidad homogénea.

Pero a través de los procedimientos por los cuales se expresa la mayoría en nuestras sociedades y a través de este discurso apologético de la igualdad, las mayorías terminan suprimiendo la opinión y el accionar de las minorías y por otra parte, en una sociedad centralizada son pocos los sujetos que se ocupan de gobernar, pues los otros están abocados a la campaña política permanente. “Los gestos amistosos del presidente uruguayo José Mujica con Cristina Fernández generan un enfrentamiento entre el gobierno y la oposición que lleva al Parlamento a la paralización de la producción de la planta de celulosa de la empresa finlandesa UPM. La oposición pretende indagar si la negativa del gobierno de Mujica responde a algún tipo de presión de su par argentino, debido a las elecciones legislativas del próximo 27 de octubre”. (Diario La Nación)

Ahora bien, en una sociedad de iguales ¿a quién puede apelar una persona o grupo que es discriminado? El efecto de la mayoría no reside solamente en señalar al diferente o disidente sino también en seducir su voluntad a través de la presión del sentir de la mayoría. La consecuencia es el abandono de la opinión, el exilio, el ostracismo y en el peor de los casos la violencia puesta en acto hacia quien resiste a la opinión de la historia oficial. “Aún no están hartos de todas las mentiras. ¡Yo sí!”. Palabras de una periodista de política internacional expulsada de su trabajo violentamente por dar su opinión acerca de las mentiras de Obama y su gobierno, en cuanto a la invasión a Siria. (WordPress).

Si el deseo de libertad depende del amor al riesgo de vivir con la verdad, es necesario aceptar que la soledad es una sanción sociopolítica posible hoy en esta denominada aldea global y, por supuesto, el temor al “síndrome del paria” socializa gregariamente. Cada uno deberá descubrir su receta de sobrevivencia, ante “el estado de las cosas” donde el demonismo como metáfora de la realidad colapsará todas las representaciones.





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