Páginas

sábado, 8 de junio de 2013

Mayo, Artigas y los nuevos tiempos en América del Sur

Mayo, Artigas y los nuevos tiempos en América del Sur

VICTOR HUGO MORALES

"Han ofendido mi carácter cuando le informaron que yo defiendo a su rey. Si las desavenencias domésticas han lisonjeado el deseo de quienes claman por el dominio español, sepa que no soy vendible ni quiero más premio que ver libre a mi nación".

Esas palabras de José Artigas fueron dirigidas al general español Joaquín de la Pezuela como respuesta al intento de cooptarlo para su causa. De la Pezuela había vencido a Rondeau cuatro años después de mayo de 1810 y quiso aprovechar el enfrentamiento de Artigas con el gobierno central de Buenos Aires.

Ya era Artigas, por entonces, el hombre más prominente de lo que Mayo había iniciado como versión irreversible del deseo de libertad de estos pueblos del sur. Y en la frase había una síntesis de lo que estaba sucediendo en la comarca confundida.

Mayo para los porteños. Mayo para las Provincias. El grito sagrado de la libertad contenía voces que entonaban principios bien opuestos de los cuales era Don José el intérprete de mayor prestigio. En más de treinta años viviendo en la Argentina este cronista, el infraescrito como bien podría haberse escrito en aquellos años de lanzas fratricidas, ha sido testigo del reconocimiento definitivo al rol principal desempeñado por Artigas en la Revolucion de Mayo.

Enterrado ese pasado glorioso por la historia liberal que blindó Bartolomé Mitre en las últimas décadas del siglo XIX, la memoria recuperada de estas épocas arroja una luz potente sobre el escenario real de esos tiempos. Como en un teatro, los reflectores iluminan de pronto a los actores que permanecían en las márgenes y el argumento cobra una realidad nueva. Como dioses que manejan la trama detrás de los hombres los escribidores liberales arrojaron a los tiempos una leyenda negra de Artigas y otros nombres que ahora, cuando el velo se corre, surgen reconocidos entre los hacedores de la Patria Grande que ha tomado forma como nunca antes en estos años de la América del Sur.

La frase que inicia este artículo ha sido tomada de un libro escrito por Pacho O’Donnell sobre Artigas que, como diversos historiadores argentinos, ha colocado a Don José en el pedestal más alto del americanismo.

Lo que puede decirse desde Buenos Aires en estos días de Mayo es que la historia tiene novedades. Arroja sobre sus falsedades intencionadas, pruebas hasta ahora negadas por los que ofrecieron la primera versión de los hechos. Eduardo Anguita, un gran periodista argentino ha escrito en el diario Tiempo Argentino una nota titulada “José Artigas el héroe incómodo de la Revolución de Mayo”. Y da fe de la historia popular y federalista rioplatense que reconoce en nuestro prócer al gran revolucionario.

No habrá discurso ni fiesta popular de estos días que ignore como en otras épocas el papel fundamental de ese hombre que fundó la identidad de los habitantes de la parte oriental del Río Uruguay, pero que derrama su importancia sobre las vastas regiones que lo ungieron su jefe máximo.

Reforma Agraria, voto popular, ascenso de los más débiles a la calidad de personas, rebeldía innegociable ante el poder de los intrusos y sus cómplices locales, son ahora nada más que algunos de los legados del héroe.

No solo los libros de historia del Uruguay tienen en la tapa el rostro que Blanes confirió a José Artigas. Los sucesos de Mayo de 1810 tienen  la impronta de ese hombre  extraordinario que desde esta parte de América levantó la espada más alta ante el opresor.

En todos los tiempos su clase magistrales el camino. Interpretarlo ante cada desafío que comprometa la libertad y la igualdad de los hombres, es el desafío.



“Una relación milagrosa, única en el mundo entre dos países”

Creo que, en Argentina, la colectividad uruguaya es bastante unida y solidaria entre sí, con mucha identidad de origen que no se puede perder, porque hay muchos elementos que después de que los vivís de muchachos no se te van nunca más. A la vez somos muy afortunados porque vivimos en un país donde no somos inmigrantes. Hay muchos uruguayos viviendo en la Argentina sobre los que me pregunto “¿Qué hacen acá?”, deben extrañar a lo loco. Pero Argentina es una prolongación del Uruguay a la que venimos a cumplir algunos sueños.

Pero mi caso fue distinto y tuvo más que ver con un desafío profesional. Había llegado un punto de mi carrera en el que pensé que el medio chico que es de por sí el Uruguay se me había achicado demasiado y me sentía asfixiado. El público de Argentina, que es particularmente afectuoso, me considera “el uruguayo”. Ser un tipo conocido es placentero, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires. Te miman mucho, te acarician mucho, y uno se siente muy bien. Pero para el público de Argentina yo sigo siendo el relator uruguayo que llegó hace 16 años y que es visto como una persona absolutamente fiel a sus raíces, que menciona constantemente a su pueblo, a su departamento, a su gente, a sus viejos amigos.

Pero no es el caso de la mayoría, que viene a buscar trabajo, y a varios les va mucho mejor que allá. Y si no les va del todo bien por lo menos no les va tan mal como al inmigrante de otro país al que le va mal, y encima es discriminado. El uruguayo no es discriminado porque ni siquiera se sabe bien quién es uruguayo, tenés que hablar un rato, largar algún uruguayismo, hasta que se dan cuenta.



Lo dijo hace poco el Presidente José Mujica: Argentina es el único país del mundo en el que nunca los uruguayos se sienten discriminados.

El uruguayo que vive en Uruguay no tiene la medida de lo que siente el uruguayo que vive afuera. Porque ese tipo, al no tener a su país, al estar lejos, lo piensa, sueña y anhela permanentemente.

Aquí aprendemos a querer muchísimo todo lo argentino, porque perdemos esa mirada un poco provinciana que tenemos sobre el tipo del “pago grande”. Nosotros en Uruguay miramos mucho, y mal, al porteño de Punta del Este, ricachón, que efectivamente suele ser despreciable en general. El rico uruguayo es distinto, porque como hay menos movilidad social, hay menos nuevos ricos y los ricos están desde siempre. En cambio la Argentina tiene mucho nuevo rico. Entonces ese comportamiento de ese tipo de Punta del Este termina siendo eso que nosotros interpretamos por el argentino. Pero acá en Buenos Aires está lleno de tipos con solidaridad, con ganas de darte una mano, creativos, fantasiosos. El porteño, en todo caso, es quizás menos esencial que el uruguayo en las amistades que se da, pero porque las grandes ciudades te obligan a tener ese tipo de amistades en las que decís ‘lo adoro’, cuando hace cinco años que no lo ves.

Es milagrosa la relación entre los países, es única en el mundo. No hay otros dos con esta entrañable relación, porque los idiomas, los hábitos, y hasta las cuestiones climáticas no te lo permiten. Si sos uruguayo y estás en Argentina nadie se da cuenta. Y si sos más o menos bueno te ponen rioplatense, que es la forma que tiene Argentina de afanar uruguayos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario