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sábado, 22 de junio de 2013

LA CASA DE TÓCAME ROQUE, Por Isabel Rodríguez Martín

LA CASA DE TÓCAME ROQUE


Por Isabel Rodríguez Martín

 Es lamentable la situación a la que han llegado ciertos barrios de nuestra isla. Me refiero no sólo al abandono de sus asociaciones y comercios, que se traduce en la desolación que puede contemplarse a ciertas horas del día, sino también a las buenas costumbres que se fueron perdiendo.
Hace poco tiempo en Santa María del Mar se detectaron casos de venta de droga y lo más curioso es que los “camellos” son chicos que no superan los quince años de edad
 Toda una serie sucesos que han ido convirtiendo estos barrios en zonas indeseables para vivir donde hay sitios completamente intransitables por el peligro que presentan.
En un instituto de Añaza una sicóloga impartía clases a chicos menores y les hablaba de la zoofilia. Según esta señora es una práctica sexual completamente aceptada en nuestros tiempos. Pues bien, hubo alumnos que lo tomaron al pie de la letra; una chica trató de introducir en su vagina el vergajón de un perro, invitando a una amiga suya, a quién su novio había dejado hacía tiempo, a hacer lo mismo. Una vez que salió a la luz la noticia de dichas prácticas, se produjeron todo tipo de reacciones; las madres trataron de avisar a sus hijos  para que no hicieran caso de las recomendaciones de esta profesora, hubo quién insinuó que debería dejar la sicología para que hiciera los experimentos dentro de su familia sin “comerle el coco” a nadie más. A partir de entonces se registraron nuevos casos de anomalías en el comportamiento de los vecinos: un padre abusó sexualmente de su hija, fue ella misma quién denunció el caso y acudió a su  centro de salud para solicitar un aborto en caso de que se hubiera producido el embarazo.
Es increíble la evolución que han tenido estas personas: su mente es como una esponja que lo  absorbe todo y se lo creen todo. Es posible que lo que en su día fue un rumor y una pequeña semilla haya tenido tanta influencia y haya servido para desviar el comportamiento de aquella gente que vivía tan tranquilita, sin prestar oído a semejantes extravagancias.
Dice el refrán que el que siembra viento recoge tempestades: yo todavía siento asco cuando veo por la calle a una mujer paseando un perro, porque la fuerza del subconsciente puede más que uno mismo.
Espero que algún día estos barrios se vean limpios
de esta influencia innecesaria y los vecinos se ciñan a la normal convivencia  que venían disfrutando en sus viejos tiempos.


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