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viernes, 10 de mayo de 2013

LA UTOPÍA IMAGINADA por María Isabel Guerra García


LA UTOPÍA IMAGINADA

por María Isabel Guerra García

            Contar es un arte, y saber cortar con las formas poéticas establecidas por la poesía española preponderante o por la poesía producida en Canarias en estos últimos tiempos es un logro y un acierto.

            Son estas excepciones antidiscursivas, esa insumisión a retóricas pasadas de moda, las que conforman los poemas que R. Cabrera compone en los años 80 y publica en la Ed. ACT en Sta. Cruz de Tenerife, en 1981 bajo el título: “Desangre libelular anónimo”.

            Hoy después de tres décadas vuelve a ver la luz, en su segunda edición más joven aún, surgiendo desde “los rosales, las rosas, estrellas-carne de la locura inmensa de manantial”, como en el poema “Solo, conmigo solamente”.          

            Dos referentes literarios en Canarias, Pérez Minik en 1980 y Pedro García Cabrera en 1981 realizaron en su momento reseñas literarias de este libro aportando algunas notas, que colocan esta obra de Roberto Cabrera en un lugar destacado de la poesía insular.  Así nos dirá Pérez Minik que este libro se nos aparece como un intento de romper el estado de cosas, el acusado cansancio latente en la poesía española contemporánea y especialmente en la insular, consecuencia de una historia entre aburrida y atropellada fácilmente detectable.

            “Decir que posee un verso ácrata, una inspiración desconectada y un afán de poseer el mundo de manera muy pueril,  puede servir de pauta para establecer una crítica”.

            Nos descubre la aportación de un equipo de jóvenes poetas que en los años 80 publicaban versos en las páginas de la Prensa Canaria,  y que realizarían el homenaje a Pedro García Cabrera en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, contando con la participación de este autor.

            Si consideramos que Gaceta de Arte y el movimiento surrealista europeo acredita a la poesía insular como  un ser capaz de vivir por su propia cuenta, concediéndole valores insospechados, influyendo en poetas como Alberti o Aleixandre, según Pérez Minik,  es en los años 80 y sucesivos cuando vuelve a cobrar impulso, abriendo puertas difíciles y mostrando una increíble vigencia.

            Roberto  Cabrera convierte en singular ontología su mundo interior, su imagen poética no contaminada, su idealismo subversivo, nos permite ver y sentir  desde una contextura extemporal.

            Es “Desangre libelular anónimo” una obra compuesta por 51 poemas en los que destacamos los siguientes temas:

            La Naturaleza como paisaje interior y exterior, con sus árboles y los frutos de la tierra. La tierra y su relación con los  meses, la mujer, la sensualidad, la muerte, la soledad, lo amorfo, el pan de la mentira, la locura inmensa, el tiempo,  entre otros.

            Si hacemos referencia al título del libro “Desangre libelular anónimo”, es evidentemente definidor.  Se trata de un “desangre”, “perder  mucha sangre o perderla toda”, ¿pero cómo?,  ¿de quién?, ¿de una libélula?  También significa “agotar o desaguar un lago o estanque” y tenemos otra acepción de “empobrecer a alguien, gastándole y disipándole la hacienda insensiblemente”.  Está claro que las tres definiciones tienen algo en común, estaríamos hablando de una pérdida y además anónima, ya sea sangre, agua o bienes materiales.

            El término “libélula” procede  del latín “libella”, según la Real academia española, a su vez de libra, balanza; porque se mantiene en equilibrio en el aire, insecto del orden de los Odonatos, de cuerpo largo, esbelto y de colores llamativos, con ojos muy grandes, antenas cortas y dos pares de alas reticulares, que mantiene horizontales cuando se posa.  Pero aparte de la nota de “equilibrio” que añade este término nos dice que “pasa la primera parte de su vida en forma de ninfa acuática”,  haciendo este medio “acuático”,  referencia a la segunda definición del término “desangre” cuando decimos “desaguar un estanque”, que es comúnmente, -donde viven las libélulas- o donde “no saltan las ranas” del tercer poema, “sobre flotantes/flores/se lastiman los pétalos del/ agua/salpicando debajo”.

            “Ninfa” es en la mitología, cada una de las famosas deidades de las aguas, bosques y selvas, llamadas con varios nombres como Driada o Nereida.

            Por tanto, ese desangre está afectando doblemente al quedarse sin sangre y sin agua, al afectar al ser y al espacio físico donde habita y además esta situación espacio temporal es anónima, intensificando el discurso.

            El vuelo libelular está implícito en el “alar” por “aletear” de los juncos,  que vigila al poeta “en los pétalos llantos” del poema “Paseo”;  en el término “aletean” del poema “Fauna”.

            La naturaleza viva de los siguientes términos: membrillera, guayabos, sarantontones, hormigas, canes, olas marinas, girasoles, palmera, dátil, el viento, las buscadas perlas, las playas perdidas en América, los caballos, las montañas, la plata en los luceros, el mundo transparente contrasta con “la sinrazón de”... un saludo pétreo,  la tierra amarga,  la vida muriendo,  la muerte con su sello inconfundible de huellas metálicas.

            El poema “Amargo” está dedicado a Dulce Díaz Marrero.  Dulce y  amargo, como antónimos, que unifican “la tierra” que en este caso es considerada “maldita” y  “pequeña libélula”.            En el poema “Hechizo de voz futura” el poeta rememora “la voz que fuimos”, con imágenes y metáforas de gran alcance estilístico, como “tu voz perla”  o “lágrima sobre concha de coral”, así nos dirá:

Me voy a convertir

en insufrible,

para que siempre me recuerdes.

Tengas de mí una imagen

de lágrima sobre concha de coral,

tu conversación

de tan cercana es mágica,

más que el mar

algunos días.

Tu voz perla,

emerge de unas cuevas misteriosas

y en este instante amigo

es que nos hemos olvidado

lo que fuimos.

            Elementos del reino vegetal y animal conforman la floresta y el bestiario del libro. Entre dichos elementos podemos detenernos en insectos: hormigas gigantes, sarantontones, “mosquitos bramantes”, libélulas, invertebrados gusanos. En cuanto a las aves explicita loros, palomas, cacatúas y cisnes, con la simbología literaria que conllevan.

            Entre los anfibios: “Ranas” que da título al poema tercer poema. Y como reptiles: el lagarto, que aunque sabemos que es un animal ancestral, el autor nos lo reitera en el verso decimonoveno del poema “Disfraz de lo que nunca fui” y nos dice que es “viejísimo” y que entre sus capas quedaron sepultados sus breves versos como el frío en su pecho. Sabemos que el lagarto es de sangre fría, que permanece inmóvil, aletargado, estableciendo un símil con el “frío en mi pecho” del noveno verso y que además quedó “sepultado / entre las capas” es decir,  “Quedaron lágrimas”, “¡Breves poemas míos!” como fósiles, refiriéndose al paso del tiempo que también se lleva las “palabras escritas”; cerrando el poema con un epifonema final “y el sereno nocturno / las callaba.”  aportándole  al texto la serenidad de la noche y el silencio.

            Del mundo de los vertebrados mamíferos menciona los siguientes: gato, toro,“caballos/al albor del/deseo y sus montañas” del poema “Dentadura”, entre otros, que constituyen una metáfora “de la pasión que comienza” connotando desde la sustancia del contenido denotativo en interrelación con el contenido connotativo.

            Destacar las prosopopeyas  del poema “Canes” en  los versos primero y segundo “Llegaron los gusanos / a decirle a los hombres…” y el último verso “cacatúas condolidas”, al atribuirle a los gusanos y a las cacatúas cualidades humanas, que afectan al plano semántico de la lengua y por tanto,  connotan en el texto desde la forma del contenido denotativo, en interrelación con el contenido connotativo, como figuras superlativizadoras.

            Con respecto a la floresta estableceremos una clasificación del reino vegetal siguiendo el poemario, en plantas, flores y frutos. Los rosales, acacias, palmeras y sauces conjuntamente con las espadañas de agua, los juncos y el cardo, pertenecerían al primer grupo. Las rosas, azucenas y violetas,  que han cambiado su color natural, la flor de campana, los nenúfares, el girasol, constituyen el segundo grupo. Y el tercer grupo abarcaría los frutos que aparecen a lo largo de los poemas: membrillos, castañas y guayabos.

            En el poema “Calles” la expresión “en el pecho del / sauce”, constituye otra prosopopeya que intensifica el contenido del “invierno” del primer verso y el frío del “mármol” del undécimo, connotando de la misma manera. Si nos detenemos en las flores que se presentan,  éstas son de color negro, por ejemplo en el tercer verso  del poema “Añicos de cristal”, o en los versos noveno y décimo del poema “Retrato”: “las negras azucenas / del invierno”.

            El color negro invade  el poemario, cambia las rosas y las azucenas de color, el frío lo inunda todo, sabemos que el “frío” que se respira en la obra no es el del invierno.

            La rosa, a lo largo de la literatura, ha sido el símbolo de la belleza y la perfección, también la inexorable fugacidad. El nexo metafórico establecido a lo largo de la tradición, la brevedad de la vida de la rosa, la convierte en símbolo literario, tal vez el primero de los grandes temas líricos, y el último, según el crítico literario Gregorio Salvador Caja, pero estas rosas simbólicas, aquí se vuelven “negras”, las azucenas se tornan “negras azucenas / del invierno”, connotando desde la sustancia del contenido denotativo.

            Las azucenas que se presentan en la tradición literaria como símbolo de inocencia, de pureza, que se caracterizan por ser blancas, sustituyen a “nubes” en el poema,   constituyendo un oxímoron, que aporta una gran carga semántica y una mayor potenciación estilística.

            Además, detectamos una sinestesia que connota de la sustancia al contenido denotativo en interrelación con el contenido connotativo, al percibir el color, ya sea blanco o negro,  con la vista y el invierno, por el frío, entre otros rasgos distintivos por tanto, en: “…valen tan poco / las negras azucenas / del invierno…” observamos otra figura de pensamiento que afecta al plano semántico de la lengua y que es la dilogía, ya que se está empleando una palabra “azucena” que significa pureza e inocencia pero que aquí es negra, con dos sentidos diferentes aportando una mayor potenciación estilística a ese “invierno de la vida” que evidencia la muerte.

            Elegía es com-pro-meterse, nos refiere Pedro García Cabrera en la reseña que realiza de “Desangre libelular anónimo”. Destacar dos poemas “Incólume ante las cosas de un despacho” y “Tiempo y espacio”. En el primero aborda la soledad de un despacho sin vida y en el segundo marca el paso del yo al nosotros en ese  “ahora mismo”, “fue”, “fuera”, “fuimos”, “soñé” que constituye el “somos amores de los siglos” o “amores sin fronteras” que observamos más adelante en el “Socorrista chino”.

            El poemario termina con “Iba yo un día de mago por la vía”, firmando este Desangre libelular,  así nos dirá: “Me acompañaba el vendaval, el trueno/que tronó, / me desgajé en mitades tubulares. /…De modo que volví. Esta es mi vida.”

            Poemas que dan vida, amores de siglos, sin fronteras, calendarios, despedidas, lunas y lluvias, besos y amantes, lo amargo y lo dulce de pequeñas libélulas, se funden en un desangre anónimo. “Y serás como el viento/ en la escala / imprecisa”.




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