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lunes, 1 de abril de 2013

COVADONGA GARCÍA: MATERIAL SENSIBLE, por Daniel María


COVADONGA GARCÍA: MATERIAL SENSIBLE,
por Daniel María


No dejes de creer que las palabras y la poesía sí pueden cambiar el mundo.
Walt Whitman
Las citas son proyecciones de nuestros propios pensamientos y al hallar aquella con la que te identificas se establece una relación sentimental con su autor. Más cuando ese autor es poeta y tú también lo eres. Más cuando la cita que precede tu poemario es un verso. Que Covadonga García mantiene una profunda relación con Whitman es muy apreciable en su libro. Y esa correspondencia, a su vez, resulta una declaración de principios, una bengala en alta mar con la que reclamar auxilio o, simplemente, mostrarse viva sobre el oleaje.
En ocasiones, la ubicación de los poemas en una obra es simplemente cronológica, quiero decir, según fueron apareciendo, unos tras otros, en la escritura. El orden de aparición recae en diversos criterios y, en este caso, desconozco la razón, pero que el primer poema sea el titulado Eres incide, de entrada, en un hecho común para los poetas, y es que nosotros nos definimos en segunda persona del singular. Somos felices cuando nos hacen felices y somos poetas cuando nos leen. Mientras, en el misterio, solo somos palabras (recuerden que Whitman diferenció entre palabra y poesía).
El siguiente poema que descubrimos se titula En secreto te amo. Casi al final encontramos la palabra clave: “inevitable”. Lo inevitable es lo que no se puede evitar, ya sé que no revelo nada nuevo con esta inútil aclaración, pero, ¿qué es lo inevitable en el amor? Pues simplemente amar. El verso que late con más fuerza es aquel de Sin probarte tú me alimentas, que quisiera enlazar, por voluntad de hacer unir la tradición poética escrita por mujeres en Canarias, con la poeta Elsa López, que escribió Lo sé porque te amo y tú me lo has oído. Es el mismo sentimiento en distintas voces y en distintos momentos, porque solo se puede leer poesía a través de la compasión y es un ejercicio solidario tanto escribirla como leerla.

Este primer poemario de Covadonga García está repleto de destellos que preludian una poeta necesaria. Es absolutamente natural que entre los 17 y los 19 años la obra de un autor tenga por delante el porvenir, que siempre es un plus a su favor. Es natural que todos deseemos quemar lo escrito a esas edades y, por ello, lo insólito de Metáforas y otros efectos (Ed. Aguere y Ed. Idea, 2012) es que podamos asistir al taller de una poeta que comienza a explorar, a preguntarse y, sobre todo, a intentar responder ahora las cuestiones que continuará formulándose siempre.
La desnudez joven es bella, pero compleja. Desnudar el alma tan pronto confiere amor por la búsqueda y amor irrefrenable, inevitable (como escribió la autora) por la escritura, por la palabra cuando es poesía. Y aún no me dolías es otro final de poema que no acabará nunca. El dolor siempre será poema, incluso cuando no se ha producido, es como un cuchillo lanzado, una nube antes de llover, cargada de agua, suspendida en el aire. Es por eso que escribe la autora lo siguiente: Que duerman los demonios que habitan en mi alma. Esos demonios no mueren, solo caen dormidos, y cuando dejan de soñar nos atormentan.
Covadonga García reacciona ante la vida a través de una escritura en tránsito, una poesía verdadera, pero consciente de sí misma, porque, como escribió la autora, La verdad tardía no es honesta. Esta exploración es a veces directa (el poema titulado Lo que para mí es el amor) y otras veces profunda y lírica (Cuando mi pecho encierra serpentinas). En ambas hay capacidad de oficio. También cuando decide denunciar el conformismo y el abuso de poder que, al unirse, aceleran la involución de este mundo que puede cambiar gracias a la poesía (volvemos a Whitman).
La segunda parte del libro, titulada Otros efectos, es la disertación desbocada de muchos sentimientos que el verso contenía, pero que aquí, en el esplendor de la prosa, se extiende hasta saciar el desahogo. Recuperamos al padre, figura que ya había aparecido en la primera parte, para centrarnos en los días del héroe. La otra cara de la lluvia alberga uno de los pasajes más bellos y sensibles del libro. Porque la lluvia merece que no la evitemos, que nos llore encima. Sueño de amor ofrece una visión del verbo amar tan sincera como idealista; puede servir esta entrega como una biografía de la emoción.
La poesía también es reflexión y Covadonga García acude a ella para establecer que No conocer las cosas nos permite conocerlas. O también lo siguiente: Ahora sé que es verdadero y lo verdadero, una trampa. Actúan estos fogonazos espirituales como reescrituras de una versión íntima del Tao Te King, uno de los libros sagrados de la humanidad, que permite contar una anécdota que resulta pura poesía y que ahora compartiré. Según cuentan, los versos del Tao Te King fueron escritos en cañas de bambú y un día esas cañas cayeron al suelo, mezclándose unas con otras. Intentaron clasificar los versos, pero nunca se consiguió el orden original. Por tal motivo solo las almas sabias pueden establecer el principio, el equilibrio natural de las palabras. En esa ocupación, tan ardua como bella, se puede hacer la vida. Quizás Covadonga lo esté intentando. Deseo que lo logre.
Pero todos los caminos conducen al amor, aunque digamos Roma por darle la vuelta a las palabras, y siempre llega el momento del temor a la pérdida: No me sueltas, haz de este instante un héroe inmortal que guarde las sensaciones más hermosas. Es decir, que el tiempo perdure, que el tiempo sea cobijo donde refugiar al otro; y la belleza sea sensación, que se la pueda sentir. A veces la inmortalidad son dos en una bañera, dos que desean amarse o uno que espera al otro.
Y puede ser que nuestra autora haya firmado un pacto de amor con la hermosura, como escribiera Pablo Neruda, cuya poesía late en este libro no ya como lectura de cabecera, sino como esa luz de las lámparas en las mesitas de noche, que dejan en penumbra las esquinas de la habitación, allí donde duermen los demonios su canción desesperada. Entonces la poesía es palabra y silencio; vuelve a ser escritura, y el poeta se levanta para plasmar el momento, para no dejarlo escapar, para que el momento tampoco se olvide de él. Y si la fortuna es el cuerpo de su amada, posará sobre su vientre el cuaderno para, apoyado así el papel sobre su ombligo, esa señal de que una vez tuvimos vida, atrapar el instante, reñir con la muerte, que todo lo quiere destruir, y hacer eternidad con un poema, que no es otra cosa que distancia y tiempo.
Me aventuro a afirmar que para Covadonga García la poesía es, como aparece en la carta de amor que cierra su libro: El compromiso que pongo en lo cotidiano. Dicho compromiso ya es público, es una promesa que la escritora nos ha hecho, se trata de un poemario luminoso y meditado, una voz enamorada, un material sensible, como los parques cuando se quedan solos y comienzan a extrañar los cuerpos sobre la hierba. Suerte que la noche tiene sus propias metáforas, sus propios efectos, y siempre hay una carta que leer para sentirse amado.




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