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miércoles, 23 de enero de 2013

“MERCANTILIZO, LUEGO EXISTO”


 
“MERCANTILIZO, LUEGO EXISTO”

Eduardo Sanguinetti
filósofo rioplatense 

La mercantilización de la cultura es algo que me preocupa y mucho desde hace años. Dicha mercantilización cultural se ha perfeccionado según pasaron estas últimas décadas, en razón de la apropiación de la cultura por las corporaciones dedicadas al marketing y a las diferentes logísticas que devienen del accionar del capitalismo.

El sistema utiliza todo lo que tiene a mano para mercantilizar, incluso la Ecología, manipulada deliberadamente al crear realidades adulteradas, como por ejemplo los automóviles que “contaminan menos” y son buenos para el medio ambiente, instancia falaz, pero infiltrada en la mente condicionada y dócil de los potenciales compradores del objeto-automóvil. En este caso, la tendencia del ecologismo ha sido apropiada por las empresas para vender, mercantilizando.

Ejemplos hay miles a diario, incluso puedo manifestar que la Ecología ya asimilada al argot ciudadano, se utiliza en áreas por cantidad de espacios, desde la energía verde, el hosting verde, los productos nutritivos verdes, los spa verdes, las remeras del Che Guevara verdes…la nómina es interminable y patética.

La posibilidad de elección de productos no avalados por las empresas monopólicas llega a estigmatizar y ubicar al “borde del camino” a quien decide autodeterminarse y elegir según el dictado de su razón, instinto o sensibilidad, en fin, por sí mismos.

Elegir lo que millones de esclavos del objeto y la cultura mercantilizada manda, significa “Pertenecer”, llega a ser incluso una seña de identidad de una comunidad y no sumarse a los caprichos y mandatos de las tendencias dictadas, implica la exclusión inmediata y sin miramientos de quien osa ser quién es…todo porque se han mercantilizado los valores y hasta las ideas que no tienen ya lugar en este mundo.

Existe una enorme capacidad de técnicos en utilizar las artes de la tecnología de la información para endilgar valores culturales a cualquier cosa devenidos en los productos que se mercantilizan, incluidos hombres y mujeres, que conforman este espectáculo insano al que asistimos. Estos productos de consumo masivo adquieren valor mercantil, tras adquirir los valores deseados, estudiados a priori en el laboratorio de los expertos y que hacen creer posteriormente son atribuibles a los gustos de la comunidad esclava.

Es necesario, lógicamente, que el producto o la marca a mercantilizar, estén presentes en el sistema cultural, que se quiere manipular y conquistar, de ahí la existencia de los auspiciantes o sponsors, que no son más que los que originan la tendencia y poseedores del capital necesario para lanzar el objeto, que será transformado en obra de arte, libro, hit del mes, premios noveles varios, filme de “culto”, la prostituta que mejor presenta su cuerpo para ser consumido y presentado en los monopólicos medios de comunicación, que dedicarán miles de páginas, programas de TV y por cable, sumado al accionar de las nupcias de la web, para conformar el producto que será consumido por millones de alienados, pensando incluso que ellos han elegido lo que están comprando.

Los pueblos tienen demasiado comprometido su ser y estar en esta tierra, ante esta realidad psicótica, que ha sabido instalarse dibujando una caricatura de existencia.

Cuando compramos un producto no estamos comprando un producto, estamos comprando la imagen o el concepto que intenta representar, compramos el ticket de entrada al Paraíso Artificial, que tanto se critica y anacrónicamente se consume…hace 50 años Guy Debord bautizó a esta comunidad planetaria como “La Sociedad del Espectáculo”. Aunque después de medio siglo, la mercantilización de todo, incluso de la actividad política, ha dejado de ser un problema, para llegar a ser un modo de vida, por cierto, demasiado triste.




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