“MERCANTILIZO, LUEGO EXISTO”
Eduardo
Sanguinetti
filósofo
rioplatense
La mercantilización de la cultura es algo que
me preocupa y mucho desde hace años. Dicha mercantilización cultural se ha
perfeccionado según pasaron estas últimas décadas, en razón de la apropiación
de la cultura por las corporaciones dedicadas al marketing y a las diferentes
logísticas que devienen del accionar del capitalismo.
El sistema utiliza todo lo que tiene a mano
para mercantilizar, incluso la Ecología, manipulada deliberadamente al crear
realidades adulteradas, como por ejemplo los automóviles que “contaminan menos”
y son buenos para el medio ambiente, instancia falaz, pero infiltrada en la
mente condicionada y dócil de los potenciales compradores del objeto-automóvil.
En este caso, la tendencia del ecologismo ha sido apropiada por las empresas
para vender, mercantilizando.
Ejemplos hay miles a diario, incluso puedo
manifestar que la Ecología ya asimilada al argot ciudadano, se utiliza en áreas
por cantidad de espacios, desde la energía verde, el hosting verde, los
productos nutritivos verdes, los spa verdes, las remeras del Che Guevara
verdes…la nómina es interminable y patética.
La posibilidad de elección de productos no
avalados por las empresas monopólicas llega a estigmatizar y ubicar al “borde
del camino” a quien decide autodeterminarse y elegir según el dictado de su
razón, instinto o sensibilidad, en fin, por sí mismos.
Elegir lo que millones de esclavos del objeto y
la cultura mercantilizada manda, significa “Pertenecer”, llega a ser incluso
una seña de identidad de una comunidad y no sumarse a los caprichos y mandatos
de las tendencias dictadas, implica la exclusión inmediata y sin miramientos de
quien osa ser quién es…todo porque se han mercantilizado los valores y hasta
las ideas que no tienen ya lugar en este mundo.
Existe una enorme capacidad de técnicos en
utilizar las artes de la tecnología de la información para endilgar valores
culturales a cualquier cosa devenidos en los productos que se mercantilizan,
incluidos hombres y mujeres, que conforman este espectáculo insano al que
asistimos. Estos productos de consumo masivo adquieren valor mercantil, tras
adquirir los valores deseados, estudiados a priori en el laboratorio de los
expertos y que hacen creer posteriormente son atribuibles a los gustos de la
comunidad esclava.
Es necesario, lógicamente, que el producto o la
marca a mercantilizar, estén presentes en el sistema cultural, que se quiere
manipular y conquistar, de ahí la existencia de los auspiciantes o sponsors,
que no son más que los que originan la tendencia y poseedores del capital
necesario para lanzar el objeto, que será transformado en obra de arte, libro,
hit del mes, premios noveles varios, filme de “culto”, la prostituta que mejor
presenta su cuerpo para ser consumido y presentado en los monopólicos medios de
comunicación, que dedicarán miles de páginas, programas de TV y por cable,
sumado al accionar de las nupcias de la web, para conformar el producto que
será consumido por millones de alienados, pensando incluso que ellos han
elegido lo que están comprando.
Los pueblos tienen demasiado comprometido su
ser y estar en esta tierra, ante esta realidad psicótica, que ha sabido
instalarse dibujando una caricatura de existencia.
Cuando compramos un producto no estamos
comprando un producto, estamos comprando la imagen o el concepto que intenta
representar, compramos el ticket de entrada al Paraíso Artificial, que tanto se
critica y anacrónicamente se consume…hace 50 años Guy Debord bautizó a esta comunidad
planetaria como “La Sociedad del Espectáculo”. Aunque después de medio siglo,
la mercantilización de todo, incluso de la actividad política, ha dejado de ser
un problema, para llegar a ser un modo de vida, por cierto, demasiado triste.
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