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viernes, 21 de diciembre de 2012

"2013, EN TIEMPO DE LIBERTAD Y VERDAD" Eduardo Sanguinetti, en Oriente



"2013, EN TIEMPO DE LIBERTAD Y VERDAD"

Eduardo Sanguinetti,
Filósofo Rioplatense

Toda escritura convoca a un lector. La de una columna de opinión, convoca a cantidad de lectores y como escritura de un año que se inicia, es mi deseo, como saludo y bienvenida al 2013, recibirlo en “Tiempo de Libertad y Verdad”.

La libertad se presenta como el valor más estimado, en todos los tiempos de la historia de la humanidad: se promete, se proclama, se aspira a lograrla y también, en ocasiones, se teme, se restringe o se aniquila. La libertad aparece pues como un valor, como algo que hay que realizar, como un objetivo que puede ser alcanzado o no.

Es sobre todo en el Siglo de las Luces, con la Revolución Francesa y a modo de corolario, como última gran conquista revolucionaria en el siglo XX, a la revolución cubana, en toda su contundencia, donde ha resonado con toda su fuerza el llamado a la libertad. Desde entonces muchos miran la historia como un irresistible proceso de liberación que debe conducir a una era en la que el hombre, totalmente libre al fin, goce de la plenitud, que da el ejercicio pleno de sus derechos y obligaciones, en solidaridad, equidad y diversidad, para la comunidad de este tercer milenio.

A la vez, el movimiento de liberación se fija como un objetivo político y social: la supresión del dominio del hombre sobre el hombre y la promoción de la igualdad y fraternidad entre todos los seres humanos, suprimiendo la esclavitud, la servidumbre legal y reconociendo de modo creciente el derecho de todos a participar en el ejercicio del poder político. Sobre todo, el movimiento moderno de liberación debe aportar al hombre la libertad de pensamiento y decisión: proponerse darle el valor y la audacia de servirse de su propia razón, como reza el lema kantiano (sapere aude), en la configuración tanto de su propia vida como de la sociedad.

La libertad no es arbitrariedad o indeterminación pura, sino más bien la capacidad de autodeterminarse.

Si la libertad es tener que ser uno mismo (según Aristóteles y Hegel), la libertad culmina como fidelidad a sí mismo en cualquier circunstancia y por encima de las variaciones y oscilaciones de la existencia porque “corresponde a la fidelidad del hombre cumplir aquello que prometió”.

Los conflictos en los que se juega la conquista o la pérdida de la libertad política adoptan en el plano teórico la forma de una paradoja que admite muchas formulaciones: o seguridad o libertad, o fuerza o libertad, o verdad o libertad, u orden o libertad. De esta manera aparecen, por un lado, los valores de la seguridad, el orden y la verdad, y por otro, el de la libertad.

Pero es claro que una libertad que no tiene nada que ver con la verdad es mera trivialidad y simulacro.

Probablemente la formulación más aguda de la mencionada paradoja sea la de Rousseau, quien insiste que sin verdad no cabe libertad.

Para finalizar agregaré que la paradoja por tanto entre verdad y libertad es una cuestión de equilibrio, de prudencia, de política, de elección y, en último término, de libertad, de la cuota de mal que una sociedad puede mantener como signo de una libertad efectiva, que, como tal, será siempre una inversión arriesgada que dará ganancias en unos aspectos y pérdidas en otros.

La unidad social no se mantiene y crece por mucha libertad que haya si falta el conocimento de su verdad, y tampoco por mucho que se proclame y se enseñe su verdad si falta la libertad.

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