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martes, 2 de octubre de 2012

INDEPENDENCIA E IDEARIO: UN NUEVO HIMNO PARA ESPAÑA



INDEPENDENCIA E IDEARIO:
UN NUEVO HIMNO PARA ESPAÑA

 Cristina Covo Gómez


      Estos días asistimos nuevamente a la ocupación de las calles por parte del pueblo, ciudadanos dispersos por las fuerzas del orden público que se levantan de su propio escombro emocional y vuelven a reagruparse para desenmascarar la dureza y la injusticia de unos planes que consideran equivocados. El Estado, garante de la satisfacción de nuestras necesidades, no puede ya proteger a sus polluelos, porque ¿qué había de prometer con los vientos que están soplando?  El abandono progresivo de ciertos servicios como la educación, la sanidad y la propia ley de Dependencia aprobada por el Gobierno como apoyo familiar -de la cual sólo quedan sus cenizas-, nos ha hecho pasar del modelo de amparo y reconocimiento de los derechos al procedimiento sistemático del recorte. Ello nos ha conducido hasta el clima áspero de la protesta, a la asfixia inevitable: son las nuevas voces que piden soluciones diferentes y alzan banderas, hoy independentistas, mañana nacionalistas, pasado mañana adscritos al último movimiento que a ustedes se les ocurra.
 
   La crisis ha puesto al descubierto una brecha aún más profunda que la económica con el consiguiente tambaleo de los valores. Hoy no se reconoce la Nación como tal; la salida a nuestros problemas no se está enfocando desde la unión  sino desde la separación y la disgregación. Ya no se confía en las instituciones ni en sus representantes. Una masa de náufragos parece clamar siempre bajo el mismo mensaje y consigna. “somos mayoría”, “estáis en el poder gracias a nosotros”.
   Pero volvamos otra vez al papá-Estado. Ese padre que nunca desprotege a sus ciudadanos. ¿Qué ocurre cuando el hijo siente que su padre no le comprende y no le da la razón? Le demuestra su disconformidad, a veces, incluso, se enfrenta a él. Llega entonces la escena de la maleta y el portazo. Hay regiones que quieren avanzar por sí  solas con el consiguiente riesgo que eso conlleva, obviando la difícil situación que atraviesan las demás.
   ¿Acaso caminar en direcciones diferentes cada vez no es un signo de debilidad?
  
   España no es ahora la España de Pablo Picasso y Miguel Hernández sino esa otra de los remiendos europeos, los mercados y la deuda, una deuda que viene a sumarse a sus propios intereses, y trata, además, de salvar la corrupción interna.
  
   Que cada cual valore esta crisis desde su propio escenario. Recuerde el alma dormida, avive el seso y añore la época de las vacas gordas, si es que alguna vez la hubo, en contraste con el intrincado laberinto donde Juan Pobre está obligado a pagarlo todo y el conflicto actual se retroalimenta, donde una generación olvidada no acaba de encontrar su sitio ni echar raíces a falta de trabajo, ideas y oportunidades.
   En esta conciencia y fiebre colectivas del “sálvese quién pueda”, donde aún no se perfilan  caminos claros, me gustaría recordar aquella máxima que hombres sabios redactaran en su día, enunciada con estas palabras:

“Mejor que en lugar de mil palabras, hubiera sólo una pero que trajera la paz. Mejor que, en lugar de mil versos hubiese sólo uno, pero que nos mostrara la belleza. Mejor que en lugar de mil canciones, hubiera sólo una, pero que derramara alegría”. 






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