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sábado, 9 de junio de 2012

"Morbi Dei":Un retrato de la angustia.


"Morbi  Dei":Un retrato de la angustia. (Montevideo, Agosto de 2005)

 Por María Esther Giglio



El mundo literario de Eduardo Sanguinetti, esa compleja pero
reconocible cosmogonía que parió y alimentó con las peripecias, el
sufrimiento y la desolación de su personaje: ÉL, nos resulta
reconocible ya que alude a nosotros sin nombrarnos, nos refleja como
en un espejo que creemos deformado, pero que, por el contrario, es
despiadadamente nítido.
Mucho se ha especulado sobre la ficticia ciudad de Solum , eje
espacial de gran parte de la obra del genial escritor y filósofo
argentino. Se le suele identificar con Buenos Aires, por su gente, su
cercanía con Montevideo y su atmósfera melancólica. También con Para
ty, por su porte de pueblo costero, por su estilo de vida sosegado y
algo anacrónico.
Lo cierto es que, más allá de interminables y fútiles disquisiciones,
a las que el propio Sanguinetti rehuye y fustiga, en Solum, en su
personaje, en su ambiente, en el olor y la textura de su ambiente,
podemos reconocer lo más oscuro y hondo de nuestra idiosincrasia, eso
que el gran narrador plasmó con su intransferible sinceridad y
descarnada lucidez.
Muchos consideran que Sanguinetti es un renegado, anarquista
,pesimista, y más aún, un fatalista. Su personaje suele moverse en
ambientes circulares: las mismas calles, el mismo bar, los mismos
amigos y enemigos, la misma noche, la interminable noche
sanguinettiana poblada de la oscuridad y la desolación que cada uno de
los habitantes de Solum lleva dentro como una segunda piel.
Sanguinetti plasma lo que mejor sabe: la melancolía, la rutina, el
círculo vicioso de una vida enfocada en tener una vida, de una
existencia en la que los personajes son para seguir siendo, como una
máquina que se empeña en funcionar y sobrevivir.
En "Morbi Dei", de reciente reedición (la primera es de 1985, editada
por Corregidor, Bs.As. Argentina), "ÉL", personaje emblemático de la
obra de Sanguinetti, a modo de un profeta, con el propósito de
concretar su sueño más largamente acariciado, denunciar lo falaz y
difuso de nuestro sistema de vida "frívolo, estúpido y oscurantista".
Cínico, amargo, pero en buena medida capaz de sobrellevar su carga de
fracasos y renuncias, ÉL es un personaje dotado de un magnetismo que
va más allá de su decadencia, de esa mezcla de temor y hasta de
repugnancia que inspira por momentos en el lector.
Es un hombre que lleva su fracaso a cuestas, que lo alimenta, que lo
preserva pero que no se deja arrastrar del todo por él, que por
momentos es capaz de llevarlo con dignidad y de inspirar respeto y aún
miedo aunque se sepa, y lo sepan, tan acabado, pero aún con fuerzas
para vociferar a quien quiera escucharlo acerca de la pantomima en la
que según ÉL estamos sumergidos.
Si bien "Morbi Dei" no es tan sombría como otras obras de Sanguinetti
posteriores, porque el autor le insufla una infrecuente vitalidad
reflejada en ÉL que recupera parte de cierto halito juvenil y procura
rescatar lo que queda de sus viejos sueños, Solum es una espacio
virtual inevitablemente condenado a la decadencia, que muere pero no
termina de morir, como si morir fuera su única razón de ser.
Pero ÉL abre su boca y habla, al retornar al espacio urbano-rural
maldito en la que tiene más enemigos que amigos y en la cual cifró
pero también perdió todas sus ilusiones.
El protagonista trae consigo a personajes que son parte de un
descarnado retrato, que sugiere siempre una decadencia terminal.
Aunque "Morbi Dei" plantea temas harto recurrentes en la escritura
sanguinettiana, en esta historia el narrador afirma definitivamente el
trazo deliberadamente agobiante de la angustia que recorre toda su
extensa producción filosófica-literaria.

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