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jueves, 17 de mayo de 2012

ARTICULO DE JOSE MARIA LIZUNDIA SOBRE GENERACION 21


G 21: “G” de generación, de géneros literarios  y de género

Por Jose Maria Lizundia
La dimensión semiológica del G 21 oscurece el contenido subyacido, que son los  autores y sus obras. El significante ha barrido casi la cadena del significado de  la  obra desglosada de sus autores; incluso podría decirse que se ha emancipado de ella.
En este sentido, G 21 es una propuesta netamente posmoderna  en cuanto prevalencia de la exégesis y la comunicación sobre la realidad literaria   que la sustenta, mientras que  esa realidad –la obra de los autores- parece  fervorosamente moderna, en el sentido liminar o primigenio. De cuando la modernidad,  histórica aún, no adivinaba sus límites temporales.
G 21, “G” de generación, pero  también de géneros literarios



Hay algunos motivos que se emplean regularmente   para la ponderación del G 21, y uno es que en él confluyen distintos géneros literarios como síntoma éste, según se apunta,  de plenitud en la homologación con la actualidad literaria en el mundo. Cosa que  parece  poco atinado decir.
En estas  u otras obras adscritas a géneros, hay propuestos otros argumentos.  Los marcos   que  acogen los géneros se caracterizan por tener acuñado su propio canon, con cálculos, pesos y medidas conforme a una neta tecnología artesanal. Podríamos decir  incluso, que la maniera gremial estuviera  legislada. Se habla así de obras que serían perfectas o imperfectas – irreprochabilidad o no en las medidas, como en cualquier  manierismo que se precie- o  de que tendrían el ritmo exigido y exacto  para no poder  dejar de leerse y que, en definitiva,  dadas sus medidas, libres de ganga, cumplirían fielmente con ese canon gremial.
Esta posición ponderadora  supone un hachazo a la verdad y función esencial de la literatura  vinculada a la alta cultura universal.
Un ejemplo. Seguramente  las páginas más inolvidables  que leímos en nuestra juventud fueran  las que generosa y prolijamente (Proust, Thomas Mann) –ajenas a todos los  cánones de medida-  nos conducían,  a través de páginas muy holgadas, a lo inextricable de la experiencia humana, ofreciéndonos  ángulos que hasta entonces  ni siquiera vislumbrábamos. O que de hacerlo,  no podíamos compartir por ser tan íntima e intransferible su experiencia.  ¿Cuánto de aquello sólo fue posible  por  las páginas “sobrantes”, que el paradigma artesanal rechaza? 
Hay una cosa que ni se percibe ni es valorada: las medidas no garantizan, ni mucho menos, las emociones (y la belleza formal) inmanente al hecho artístico. Si la medida es sólo asunto matemático y gremial, no hay obra.  Ha de haber bastante más. Las grandes obras con “medida” no lo son por la medida, sino por el “algo más” que acompaña a la medida. Sobre lo que  no es fácil ilustrar.
La apertura de la literatura mundial
La  literatura mundial, cuando la globalización ha afectado por entero a la edición y la lectura, sigue  trepando por  los estantes de las librerías como aromática madreselva que todo lo llena. Tenemos la nueva literatura mundial tamizada por verdaderos controles de calidad. Hay una nueva literatura incardinada de manera absoluta en  la época y en  su denso espíritu, envolvente, desabrido, desestructurado  y   radicalmente abierto, pero  que nos brinda una honda familiaridad con el mundo que nos ha tocado vivir. El Zeitgeist nunca ha declinado   su deber de  ser testigo epocal  (una época tiene una Cultura) sin dejar  de imponer su dominio. Desligado de los melosos panales de géneros.
Ese gran espejo ampliado de la literatura vigente a escala mundial, es  capaz de refractar como si fuera  un espejo cubista, los ángulos más esquinados de la experiencia de la vida, o el conocimiento de mundos  desatendidos o de sensibilidades antes confusas o lejanas. Constituye un nuevo prisma  para miradas poliédricas y transversales que ignoran los nichos y las cuencas de la literatura de géneros. Lo que puede demostrarse  en cualquier librería. La experiencia se ha fragmentado, pero los horizontes,  multiplicados, se cruzan; el tiempo puede no ser lineal pero sí obsesivo; la ficción coloniza al  propio autor y a su propia vida; los modelos saltan por los aires porque la expresión ya  no puede ser la misma, –ni la sensibilidad posee los mismos estímulos-; la fabulación se apropia de mayores  competencias; los géneros se fusionan e igualan; el mestizaje arrasa; la literatura pasa a ser asunto de nómadas y merodeadores: aventureros,  autores audiovisuales, publicistas, plásticos que transitan con sus técnicas a  la narración literaria.  Aparecen  miradas literarias  radicalmente distintas. Algo  en lo  que hay  acuerdo entre premios  Nobel  como Coetzee,  Herta Müller o  Elfriede  Jellinek, quienes nos advierten de que la literatura está en manos de escritores obsesivos y enfermizos,  aferrados a  su lateralidad. Ellos incomodan, deprimen, conturban, abruman, inquieren… 

De la literatura en estos tiempos, incluso aquí en Canarias aún  se pueden esperar sorpresas y algún latigazo. JRamallo  cumple en principio con este requisito y lo da. José Rivero Vivas lo ha venido cumpliendo desde que su excepcional talento se puso en marcha, la literatura de mayor singularidad, altura y exquisita nobleza formal.
El repliegue  local a los géneros
En los géneros  no parece que  existan brumas, discontinuidades, incertidumbres, estrategias cínicas, autocompasión, nomadismo literal o figurado, mundos descentrados, viejos jóvenes, profesores cancerosos y cascarrabias, salidas por los extremos y rupturas…hasta donde  yo sé –no soy lector de géneros-  apenas existen o son irrelevantes . La subjetividad desenfrenada e inquisitiva  es sustituida por esmerados encuadres en los entrelineados de  planillas y plantillas; y otras estrategias  de funcionalidad que, ni siquiera disimulados, son precisamente  los valores más elogiados de esa literatura de géneros. 
La hiperdulía a la   sistemática,  a categorías, baremos, planes de ruta y precisas clasificaciones que en el acto de hacerlas ya están diciéndolo  todo sobre la obra, una vez inspeccionadas medidas,  pesos y acabado según los manuales de los talleres artesanales, es una realidad notoria al que no es ajeno el expediente del G 21.
Aunque la hiperdulía crítica y sistemática  que representa  el G 21 con su apriorismo y golpe de efecto,   no es subsumible bajo el prisma de la nueva crítica americana, si es deudor de ella en lo que concierne   al valor de la sistematización crítica que sobrevuela al mismo  fundamento que lo permite. La literatura entonces no es más que su hermenéutica  y  así el  G 21 (el gran operativo del Editor eficaz) se viste  posmoderno (aunque sólo sea por fuera).

Cuestión de género
Hay una genealogía de pensamiento que arranca,  impregnada de Heidegger, con los estructuralistas y  finaliza en los posmodernos. Éstos son buena parte de  los responsables: Lacan, Kristeva, Barthes, Derrida, Foucault, Lyotard, Braudillard… Se trata de  franceses básicamente, que desembarcan en los departamentos de letras de las universidades norteamericanas. Para empezar, han relegado  la  filosofía  a narrativa. Además promueven  el eclipse de la razón y la idea de verdad universal,  dogmas sagrados  de la Ilustración.
Los departamentos  de literatura  de las universidades norteamericanas abatieron el  tótem patriarcal (machista, colonial, blanco y heterosexual) y de paso   aquel famoso  logo-fono-centrismo derridiano.  La hermenéutica y pautas críticas se compartimentaron en torno a las nuevas fuentes de legitimación. En consecuencia,  la literatura pasó a ser de  “mujeres”, “colonizados”,  “gays”, “minoría étnicas”... bajo la carpa de mayor jerga (jeroglífica) crítica nunca antes conocida  La verdad desparramada se hizo ubicua, multicultural y relativista, es decir, posmoderna.
Contra este estado de cosas se han levantado  prácticamente en armas Harold Blom, Tzvetan Todorov,  Muñoz Molina y otros.
Pero una  cosa es el estudio y la preminencia otorgada a la crítica literaria y otra el sesgo de la literatura actual, que hemos tratado de  reflejar más arriba, y  que  fluye  al calor de la vida que en lo sustancial no se deja compartimentar.
Curiosamente el G 21 ha recibido una imputación reiterada: la falta de acogida del género. Ni una sola mujer.  A fin de cuentas, otra cuestión candente de la formalización de la posmodernidad.  Era lo lógico.






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