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martes, 6 de marzo de 2012

LOS SENTIDOS DE OLGA LUIS RIVERO, por Antonio Arroyo Silva

LOS SENTIDOS DE OLGA LUIS RIVERO

Por Antonio Arroyo Silva


Leer es recordar la piel de los sentidos. Fue la primera premonición al enfrentarme hace ya treinta años a la lectura poética de Olga Luis Rivero.
Nadie sabe cómo se originó el epicentro de tal huracán. Vórtice ignoto, sin parangón. La poesía de Olga, por herencia y por decisión propia, es un discurso transgresor del lenguaje, no porque pretenda romper la hilazón del mismo, sino para darle un sentido más pleno y total, más acorde con la realidad coloquial de donde procede, y para ello llena su expresión de un continuo fluír de emociones profundamente femeninas. Una visión del mundo con ojos de mujer, una mirada personal e histórica (si se quiere) que no niega ni se opone a los grandes poetas universales (hombres y mujeres). Al contrario, les da nueva vitalidad. Sin embargo, su poesía constituye una voz no dicha ni escuchada porque se ciñe a una persona muy especial, a una mujer con una sensibilidad extraordinaria para aprehender las vicisitudes rutinarias con su quehacer literario, desde ese vórtice que todo lo atrapa que es su respiración.
Que Olga manifieste que en su poesía aparecen algunos mitos y algunas imágenes difíciles de interpretar incluso para ella misma, no significa que su decir caiga en el hermetismo de los iniciados y que lo inefable sea el dios que ilumine su verbosidad. La poesía como acto autónomo que fluye por los poros del lenguaje y se manifiesta como huracán. No un hecho separado de la vida. "No se explica un amanecer (decía Ezra Pound), se vive".
Jorge Luis Borges afirmaba que la Historia de la Literatura consistía en escribir y reescribir del mundo. Algo de verdad hay en nuestra poeta. Pero otras verdades afloran de sus versos. Una historia personal en constante diálogo con poetas, digamos proscritos en ese momento determinado en que Olga decide entregarse al vértigo de la palabra con esa ansia vital suya por negar la realidad impuesta y encasillante.
Olga Luis parte de una lectura perpleja y ensimismada de unos poetas por ese entonces poco o nada conocidos en el entorno académico de La Laguna del que, hay que recalcar, ella siempre huyó. Había entonces la necesidad y urgencia por un mensaje diferenciador, un nihilismo que no negaba los sentimientos profundamente humanos. De esta manera los poetas, y entre ellos, Roberto Cabrera, Dulce Díaz Marrero y la misma Olga, se fueron haciendo con buenas traducciones de Dylan Thomas, Ezra Pound, los haiku japoneses...Ediciones en muchos casos bilingües. A ello hay que sumarle los ecos que el jazz y el rock fueron dejando. Ecos que sonaban por las ramblas santacruceras y los cafetines laguneros. Un aura necesaria de emociones nunca vividas hasta entonces. Vital para saciar una sed nunca saciada de expresión y de ruptura de los esquemas asfixiantes de la poesía del momento (claro, con excepciones soterradas, como la de Pedro García Cabrera y Emeterio Gutiérrez Albelo de Enigma del Invitado), reflejo de una vida que transcurría en el vacío más cruel por lo excluyente de la creación y de la libertad. Necesidad de romper la nada con la sensibilidad. El asombro ante preguntas irresolutas, el asombro ante el abismo del ser...

Dicen que las influencias son muy importantes para desarrollar una poética personal. Y muchos son los nombres que se vislumbran en la trayectoria de Olga Luis: el mencionado Dylan Thomas, Borges, la prosa de Proust, Ezra Pound, los haiku japoneses, Emily Dickinson, etc. Yo afirmo, junto con Jorge Rodríguez Padrón, que todas esa influencias han de derivar enconsecuencias si una cosmovisión poética quiere llegar a un mínimo de madurez expresiva.Consecuencia significa encontrar la habitación en donde habita el mismo poeta que escribe, desde donde dialoga con aquéllos que al principio lo deslumbraron. Y Olga es consecuente. Dialoga desde sí hasta los otros, lo hace incluso en el territorio del poema. No hay mejor manera de desasirse del yo romántico y del ego creator modernista que dialogar en discurso ininterrumpido desde ese rinconcito que Olga Luis ha fijado, desde su habitación de soñar la poesía. Y, desde mi punto de vista, pocos casos tan eficaces de consecuencia (el término es de Jorge Rodríguez Padrón) como el de Olga, al menos por estos lares del idioma.
En la poesía de Olga Luis el silencio es tan importante como la palabra. No obstante, no es su escritura una poética del silencio. No escuchar ese silencio sería no entender el sentido que ella le da a cada una de sus palabras: el silencio es su camino, su senda de Oku. No es la nada ni el vacío. Es desde donde siente, desde donde olemos el asombro que mana de sus poros como una leche de órbitas encendida de ópalos azules. Es el silencio que parte de una sensibilidad que no fija límites ni estereotipos. Un silencio comulgante.
Nuestra cultura occidental puso nombres y apellidos a la sensibilidad. Parece como si sentir estuviera prohibido o al menos silenciado en este sistema que coarta la hondura humana para quedarse en la comodidad de lo superficial. Un sistema cuyo eslogan es divide la sensibilidad humana y vencerás (a quién). Añádale prejuicios a las mentes espectantes y que los "poetas oficiales" acoten la existencia y expresen la debilidad de unas y la fortaleza de otros. Ése es el caldo de cultivo de la mentira. Su dulzor como verdad atractiva e impuesta. Asfixia delirante para dar la impresión de un pensamiento clarificador y recurrente. He ahí la gran mentira y el gran cepo en los que no cae Olga Luis, desde el primer asombro de su ingenuidad, a la ingenuidad de su asombro actual que es su lucidez.
El gran acierto de su expresión está en el dominio de un lenguaje que acota el ojo para darle rienda suelta y absoluta al resto de los sentidos. Por eso su poesía acaricia y punce, es dulce y al mismo tiempo amarga. Huele a rosas y a sangre auroral. Estruendo y melodía, y algo más que el aullido y el canto. El sentido de la vista, quizás, esté en la mente del que lee. Leer es recordar la piel de los sentidos.


@ Antonio Arroyo Silva

1 comentario:

  1. Con éste, "a modo de presentación" que, con frecuencia nos acostumbra nuestro talentoso Antonio Arroyo Silva, no queda más que desear con cuerpo y alma, leer a la Poeta Olga Luis Rivero quién, sin duda es una fascinante escritora, un abrazo desde Santiago de Chile y mis parabienes a ambos!,
    Astrid Fugellie Gezan
    Poeta

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