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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Olga Rivero Jordán

Olga Rivero Jordán


Olga Rivero Jordán nació a la vida en La Laguna (Agüere) y también a la literatura en sus visitas cotidianas a la biblioteca del Instituto de Canarias. Allí conoce a Balzac, Valle-Inclán, Valdés, Maurois, Verne, Galdós, Emilio Carrere, Hugo, Tolstoi...admirando la notable narrativa y poesía de los años 50, entre cuyos autores se encuentra su propio hermano y notable escritor Joaquín Rivero, quien publicaría sistemáticamente en Hespérides, Gánigo y otras publicaciones dirigidas en su mayoría por el maestro de poetas Emeterio Gutiérrez Albelo.
Otro nombre ilustre de su estirpe fue el deán Isidoro Rivero y Peraza de Ayala, profesor de la Universidad de La Laguna, diputado y escritor. Investigando asimismo en la biografía del insigne escritor y humanista José de Anchieta, antepasado de nuestra autora.
Publica y colabora en las revistas Campus II, Aquel Viejo Noray, Taramela, Menstrua Alba, Poesía -revista venezolana de poesía y teoría poética de la Universidad de Valencia, Venezuela -, en El Taller, El Vigía, así como en los diarios La Tarde (Revista Semanal de las Artes), Diario de Avisos, El Día y La Gaceta de Canarias
(Gaceta de Arte y Literatura). Aparece en la última antología de poetas canarios editada por el Ateneo Obrero de Gijón (Asturias), Antología de la Poesía Canaria de Antonio Arroyo y Domingo Acosta Felipe en la revista Isla Negra nº 202, además inéditos en prosa y otros volúmenes de poesía actualmente en prensa alguno de ellos. Actualmente goza de gran divulgación en Latinoamérica gracias a autores simpatizantes de su obra que la han hecho llegar tanto a Chile o Venezuela como a México y Argentina.
A una primera etapa social le ha seguido el discurso pleno de un intimismo que se alonga hasta los profundos pozos del inconsciente y su alquimia. Esa biografía de su palabra escrita, se evidencia en la llameante imaginación idiomática de esta autora de Hiladora de Luz, y desde los títulos mismos de sus fragmentos hasta los editados poemarios: Los Zapatos del Mundo Ed. Cuadernos de Arte y Literatura, Santa Cruz de Tenerife, Las Llamas Rápidas de la Sangre Ed. CCPCanaria. Girándula Ed. Benchomo. La Imaginista de Sueños Ed. Idea.-Instituto de La Mujer-. La Ciudad Soñada ed. Benchomo prólogo de Freddy Crescente; Antología Poética Ed. Artemisa. Y también en ed. Benchomo, la trilogía: El Sentir de la Hoguera, Hiladora de Luz y Mares, prologados por Juan José Delgado, Antonio Jiménez y Roberto Cabrera. Memoria Azul, El Vigía editora 2009 dentro de la colección Lengua Viva. Solar de Manuscritos, El Duende Azul y Huertas de Luna, son algunas de sus textos aún inéditos y próximos a publicar
Sus obras han sido reseñadas por eminentes escritores como Isaac de Vega o Carlos Pinto Grote, ambos Premios Canarias de Literatura. En un prólogo vernal dice el primero de ellos: "te colmaba una alegría inocente que sobrenadaba por encima de las pesadas tontadas del suceder de los días". Otros poetas como Pérez Só o Freddy Crecente sugieren un paralelismo que nos presenta el maestro de la poética venezolana Ramos Sucre: " la prosa existe como tal en el montaje gráfico, ya que su contenido poético reposa en la esencialidad del lenguaje". Quizá la propia Olga conozca esta cita que Sucre pone en boca de un bardo "la tradición había vinculado la victoria a la presencia de la mujer ilustre, superviviente de una raza invicta. Debía acompañarnos espontáneamente sin conocer su propia importancia"
Antonio Arroyo Silva dice que en su poesía “no hay palabras mágicas. Es la magia de las palabras con su hambre y su sed repintadas de cereza, que Olga recoge de la escarcha, después de la nevada del desasosiego. Así que me siento a la mesa, me vierto en el café con leche y Olga, desde el silencio, va llenando el vacío con las frutas prohibidas de todos los paraísos.”
El crítico Jorge Rodríguez Padrón le dice a Olga Rivero Jordán. “Leyendo he recordado el mundo de la poeta uruguaya Marosa di Giorgio, con el que creo el suyo establece un sugestivo paralelo o reflejo, desde esta ladera del idioma. No sé si conocerá la obra de di Giorgio (lo digo porque hace muy poco que se ha publicado en España); pero creo que valdría la pena que se encontraran –siquiera a través de la lectura– con alguien que yo entiendo que es su alma literaria gemela. La diferencia fundamental: lo radicalmente vital de, y el estilo que da la voz personal de cada una”.
© El Vigía editora

LOS HERRAJES DE LA VIDA

La posguerra, la generación de los cincuenta. De Olga Rivero Jordán se dice que pertenece a la de los 80 al publicar su primera obra, Los Zapatos del Mundo en esas fechas... Mientras otros disuelven las metáforas y analizan el elemento azaroso de su formación y usos, Olga Rivero las construye y las lanza a esos cielos indelebles que son la imaginación y el libre albedrío interpretativo, el cultivo de la propia sensualidad del lector. Su prosa poética en ese sentido es algo así como una nueva didáctica sentimental. Como sabemos el género de la prosa hasta la corte de Alfonso X no se cultiva, siendo más erudita en un principio e inspirada en las sabias literaturas latina, árabe y hebrea. El autor de la Celestina escogió la prosa como técnica literaria donde abunda el influjo de Boccaccio, de mucho exotismo. El modernismo también lo cultivó con acierto en sus voces.

La prosa poética de Olga Rivero es una plaga vegetal que nadie sabe, es casi una hiedra que acabará ocultando por completo la crudeza y los contornos alambicados de unas décadas que aún no le han devuelto el primitivo hogar de sueños, aquel que robaron a todos los proscritos y que quedó tan imaginistamente plasmado por López Torres en su poema “las moscas”.

Todos sabemos que la mayor parte de los creadores canarios de los cincuenta han sido ya catalogados por la crítica, psicoanalizados en una carrera hacia una filosofía de la literatura, hacia una indagación en el yo de cada uno de los antecesores que conforman la tradición literaria insular. De esta suerte interpretativa hemos extraído valiosas deducciones, pero asimismo valores de universal trascendencia. El enigma del invitado de Gutiérrez Albelo es un caso muy significativo entre otros. Es la pubertad de Olga Rivero y su generación donde hay una actitud retrógrada que entre otras consideraciones reduce el cuerpo sexual a los genitales, la sexualidad es exclusiva de los varones, sólo se ejercerá en el matrimonio y tiene un único carácter heterosexual. Pero por esas mismas razones, la prosa embiste contra lo superficial y marcadamente virtual de quienes han cambiado de actitud sólo por dejar de hacer el ridículo. Y lo cultiva rebelándose contra lo secretamente impuesto.

En los textos hay excitación, orgasmo, bienestar, relax, vasocongestión, secreción y ternura, pero también luchas de poder que los agonistas hacen aparecer, inhibición, anorgasmia...todo nos lleva a concentrar esfuerzos contra el ser humano banal, la banalidad, como llama el filósofo Gilles Lipovetsky en su obra La Era del Vacío, al individuo fruto del cambio antropológico, preparado para un reciclaje permanente. Y está el vivir con el otro, como una casa de fantasmas de James, un hogar para observar sólo por los huecos de las viejas cerraduras, un hombre nuevo en superación lejos de los clichés como apunta Elisabeth Badinter en “la identidad masculina” y como lo identifica Olga Rivero en este magnífico volumen. Tal como cita Hölderlin: “las olas del corazón no estallarían en tan bellas espumas ni se convertirían en espíritu, si no chocaran con el destino, esa vieja roca muda”

En La Imaginista de Sueños, Freud y Ezra Pound podrían ser nuestros referentes o quizá pudiéramos cambiar los peones o las damas como en un juego y hablar de Domínguez y Carlos William o de Sucre y Agustín Espinosa y volver a jugar a los dados con la doble orfandad del artista canario y mujer. Se nos supone en la tarea de interpretar los sueños y relacionar las imágenes de un todo, lejano a las paradojas deportivas o políticas, mediáticas o de simple y llana macdonalización de la cultura. Olga Rivero Jordán ha llegado al trance donde se halla colocando una por una las piezas de su puzzle emocional. Y para ello ha redescrito todo aquél entorno que ha pretendido sojuzgarla, etiquetarla, sablearla y sobornarla, escogiendo el camino seguro del proustiano juego de espejos. Así que prefiere desnudarse en público que la hibernación o el soilen green, aquél preparado que les suministraban en forma de galletas a los enajenados ciudadanos de un estado ideal.

Así, su bestiario está repleto como un ropero del Britania, de estros adocenados, y serpientes encantadoras. Viviendo en un mar de fobias y peces de colores, de síndromes y guerras genéricas, los personajes se acercan, unos están a pocos centímetros, otros se mantienen a una distancia social. Pero a pesar de la fría voz de los perversos que sueñan el desenlace caníbal, se acerca Olga Rivero y con voz más alta que la ira o el desprecio, nos invita al humanismo que renace en La Imaginista de Sueños.

Los herrajes de la Vida es un título de su propia cosecha que me ha llamado poderosamente la atención. En el argot de los músicos, la bolsa de los herrajes, el cajón de sastre de toda la parafernalia de ejecutantes, viaja en ese pesado “muerto”, aunque los “muertos” en el rock and roll sean precisamente los que amplifican el discurso de las guitarras eléctricas. Pero esa es otra historia, aunque quién sabe si la misma. Cargamos con esos herrajes que son el ineludible armazón del futuro, casi los hierros básicos de toda armadura. Y el personaje huye casi como una Marnie, hurtando alhajas y perlas enconchadas en los volúmenes de su gran biblioteca que fueron las ancianas vitrinas de una famosa farmacia lagunera. Los sueños como la vida están hechos de recuerdos retorcidos y cemento que reconstruye lo que en verdad ya no se recuerda. De ahí que imaginemos los sueños, porque éstos y su significado si tienen una verdad es precisamente el escurrirse.

Alguien viene a aguar la fiesta, pero Olga sube el volumen y coloca a Lavoe en primer plano, luego escribe con ironía “en la copa donde brindamos lo poco que tu has bebido.”

“Es la ambigüedad cercana a cierto azar, - cita el escritor y psiquiatra Carlos Pinto en un prólogo anterior para Las Llamas Rápidas de la Sangre – es el mundo que descubre el inconsciente y los sueños. La evocación de motivaciones donde aparecen los fantasmas esenciales”.

Es por tanto la prosa terapeuta, plagada de símbolos que son el mundo y el ello que habla en el léxico de un paisaje interiorizado que acompañó las impresiones que son transferidas y centrifugadas hasta compartida por seres desaparecidos hace ya mucho tiempo.

Es como grafía egipcia, narradora de mundos instalados en el preconsciente, aunque también en un colectivo inconsciente, que guía como escriba el balbuceo hasta la pared. No es azar y sí obedece a normas inextricables, dictadas por la estética contenedora de un tono trascendental.

El afán que universaliza el meollo onírico, traerlo a la luz, en un formato armonioso, rítmico contorno, llevado por una melodía principal, a la que se sumarán ahora otras voces, siempre a tenor de un duende iconoclasta y atrevido. Es rebeldía surrealista, que en la isla tiene un egregio reino, y en Olga adquiere valor ferroviario, tren de vagones repletos de imaginarios solares, la voz elude decirnos en pasado las voces del presente o viceversa, locomotora que en la emoción desliza sus raíles. La verdad persiste y la imaginista Olga Rivero Jordán se ve desbordada por su alter ego. Una vida como una embarcación donde las manos servirán de remos en la planicie reiterada que es el mundo que no ha dejado crecer sino unos menhires que como la poesía han sobrevivido al tiempo, ese monstruo nihilista e inexorable.

La imaginación es el puente interpretativo entre la desnuda sensación y los afluentes del entendimiento. Es la imagen eidética la escogida para surtir de catarsis los “alambiques”. Así nos obligará a sumar colores, a despertar el agua y en definitiva a poner en marcha el gran caudal sinestésico en libertad equinoccio que crea las ilusiones entre otras, las de recobrar el tiempo perdido. No tenemos edad se trata de preguntar por nuestras pasiones irredentas, por mi vida, mi sensualismo, en un sentido mayéutico que tiene a la comadrona en la prosa y al lector en su neófito.

Se trata asimismo de preguntar por la exclusión, por cómo sobrenadar frente a los potenciales estresores, pero está dotada la protagonista de un inteligente optimismo, ha ido eliminando obstáculos, se sabe feliz y multiorgásmica, precisamente ahora que la sociedad proclama su vuelta al rigorismo a las estéticas calasancias, al escolasticismo y a los seminarios cívico-militares. Un rancio olor para los días por llegar que Olga enfrenta desde ya, con esta imaginista de sueños. La mujer que conserva su energía creadora, que mantiene su dominancia imaginativa, que protege su intimidad hasta repeler todos los elementos nocivos que tratan de ahogarnos.

Llameante imaginación idiomática, pero también poder volitivo y cognitivo proceso, en un paseo por el tránsito psicosexual humano y una reflexión acerca de la gregaria manada y sus miedos.

En el primero de los sueños aparecen las furias incestuosas y los héroes paródicos... aparece un personaje con un smokin de caramelo por cuya espalda corre un río de trenzas hasta que se deshace en un rumor de sábanas orgiásticas, conduce a un infante a un sueño incestuoso. En el siguiente son las frutas las protagonistas, parras, uvas, membrillos y una atmósfera bucólica que acompaña esta pasión devorada en mitad de la campiña, donde se escucha la voz de los amantes campesinos, voz confinada en la secura, en la sequedad, sola con las líneas del poder que cede ante la tropelía del furioso y seductor amante, aquél que saliendo de detrás de gran roble en el parque exhibicionista, deja a la dama arrodillada de éxtasis.

La sombra que ciega es la de una mujer escotera, cuyos sueños de champaña abren grutas secretas manteniéndolas expuestas mientras en derredor flotan ligas y sujetadores como en los versos de la colegiala de Gutiérrez Albelo.

El río de la pasión sugiere un ananga-ranga de mandalas sexuales. Sólo hay un tapujo, el tapujo auscultador de prejuicios. Aunque pocos escritores de una forma tan delicada y erótica han expuesto abiertamente la sexualidad femenina como Olga Rivero en este libro.

Como cita Octavio Paz en La Llama Doble “por encima del fuego primordial del sexo, encendido por la naturaleza mucho antes de los primeros indicios de la humanidad, se eleva la llama roja del erotismo, por encima de la cual tiembla y se estremece la delicada llama azul del amor. No habría llama sin fuego; sin embargo hay más, mucho más, en la llanura roja y la azul y en cada una de ellas que el fuego del que nacen”.

@ Roberto Cabrera

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