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jueves, 26 de mayo de 2011

ARTICULO DE JOSE RIVERO VIVAS

ALBEDRÍO

José Rivero Vivas

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El hecho de escribir es libre, como es la propia acción generada en su proceso; luego, no hay por qué someterse a ningún dictado, con motivo de encajar en profesional estándar, al que se oponen algunos autores, alegando que sus escritos no se adaptan a género, marco, catálogo ni cualquier otra medida que les destine un estante preciso, de antemano señalado. Existe, no obstante, quien se pliega a las pautas esgrimidas por academia y crítica especializada, mientras otros van por sus fueros, rompiendo moldes, a conciencia, dada la naturaleza de la obra creada. Ello nos induce a pensar que El Ingenioso Hidalgo no es un libro de caballería, sino una variación del tema, que Cervantes decidió escribir, sin que entremos ahora en su análisis. En este mismo sentido, referido a la ciencia ficción, apuntan mis novelas LA DIMENSIÓN y RÓSULA BELLA.

Viene esta reflexión a propósito de un comentario de Eduardo García Rojas sobre el libro TRECE GRAMOS DE GOFIO ESTELAR, de varios autores, bajo coordinación de Juan Royo y Ánghel Morales, publicado por Ediciones Aguere-Idea. El autor de dicho comentario, a quien se le agradece infinito el esfuerzo de su lectura y la opinión emitida, dice ser amante de este género, reclamándose experto, por lo cual se muestra desencantado con los relatos, a excepción de unos pocos que, con benevolencia, incluye en su casilla correspondiente. Ignoro si el cristal utilizado en la inspección era diáfano o coloreado, lo que sin duda pudo influir en su apreciación del tomo testigo.

Hemos de reconocer, sin embargo, su pericia en la lectura de este género, cual él mismo declara, en alusión a su experiencia desde la infancia, subrayando, de hecho, la nulidad de la mayor parte de los autores cuyas historias no compaginan con la propuesta del volumen que integran. Sin necesidad de hacer un recorrido en el tiempo hasta Vonnegut, en algún pasaje por mí narrado se observa cierto reparo hacia este tipo de literatura, donde el jefe, a pesar de lo avanzado de la fecha postulada, continúa apostrofando al subordinado. Pero, constreñidos a la disposición de si ha de ser negra, rosa o del color preponderante, con sinceridad manifiesto que me inclino por la novela desteñida, llena de ramalazos dispares su estructura, que incidan en su amplia gama, distendida y anárquica Es mi potestad de autor, carente de sumisión y de conformidad ante nadie.

En atención, empero, a la valoración del comentarista, hemos de afrontar la selección que hace con su rastrillo, cuyos dientes dejan detrás, entre otros, el cuento de mi aportación. Su razón de la criba es ponderable, ya que suele ocurrir que el autor, pese a su singular intención de llevar la trama a un punto álgido en su desarrollo, hay veces que no culmina satisfactoriamente su objetivo, lo cual es pronto aprehendido por el lector, quien en su desdén, silencio o vaticinio, refleja sin ambages el fracaso de la obra en estudio. Sucede, sin embargo, que el autor es asimismo lector, ducho, por tanto, en descifrar textos un tanto enrevesados por su hermetismo y ocultación, simbología y errátil significado. De ello se desprende que la lectura ha de ser abierta, exenta de prejuicios y de concepto predeterminado; de lo contrario, puede resultar ensombrecido el halo conductor hacia la llama latente en su seno.

Con todo, no basta lo irreverente para justificar la existencia en el volumen de ciertas narraciones de tendencia versátil. Es menester instrucción esclarecedora que ilumine la mente de quien emprende un proyecto, que al cabo advierte le supone extraño. Es cuanto se infiere de su descalificación general relativa al libro que comenta.

Asumiendo, por tanto, su inflexible postura, respecto de expresos relatos, cabe preguntarse:

-Una vez fuera de los bordes de este planeta, ¿dónde estamos?

La respuesta podría quizá entrañar la clave para entender lo que entre líneas contiene ADIAFORIA.

José Rivero Vivas

Londres, mayo de 2011

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