ME FALTAN QUERELLAS
MARTA NEBOT
La presidenta
de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del Partido
Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante el acto de la 'Ruta por la igualdad
entre españoles' - Europa Press
La judicialización de la política es y será una pena -me digo y me repito, cual letanía, cada mañana al abrir los periódicos-. Pero, desde hace unos días, después de mis letanías me pregunto por qué, una vez puestos a penar, no penamos todos; por qué la pena de juzgado no se aplica en los dos lados. No tengo ninguna objeción a que se investigue lo que tenga visos de delito o corrupción. Hay que investigarlo todo y no creo en la santidad de ninguna ideología, porque todas son ejercidas o no por seres humanos. El problema es que, en los últimos tiempos, casualmente desde que Aznar pidió la colaboración de todos contra este Gobierno, sólo se están abriendo investigaciones sobre lo aparecido en un determinado espectro político y no sobre lo similar del otro. Así que el foco de la presunción de culpabilidad solo alumbra a un lado y abduce a la opinión pública. En los medios de comunicación y en las redes, en el relato en el que casi todos habitamos, se habla todo el tiempo en bucle sobre lo que está en los juzgados. Por eso -y solo por eso- dedico esta columna a intentar mirar un momento lo que no se está juzgando.
Porque,
¿será que en la derecha no hay nada parecido a las causas que en los últimos
tiempos se han abierto? ¿De verdad soy la única que les ve casos tan dignos de
investigación como los investigados? ¿Seré yo y mi ceguera zurda? ¿Será una
manía mía a los togados? ¿Será que la izquierda está más concienciada sobre
no judicializarlo todo?
Por
ejemplo: ¿Por qué la fiscalía -o alguien en su nombre- no se querelló contra
Miguel Ángel Rodríguez (M.A.R) por difamación y por calumnias por acusarla de
cacería política en el caso de Alberto González Amador, -el ínclito novio de
Isabel Díaz Ayuso, que ganó dos millones de euros como comisionista de
mascarillas en plena pandemia y presentó facturas falsas para defraudar más de
un cuarto de kilo (350.951 E), según su confesión escrita-? ¿Por qué nadie
llevó a los tribunales la manipulación y la filtración de documentos, por
parte de altos cargos de la Comunidad de Madrid, haciendo ver que la confesión
de González Amador no era tal, para transmitir una mentira que
desacreditaba y sigue desacreditando completamente a instituciones tan
fundamentales como la Fiscalía y Hacienda? ¿Por qué no se está investigando en
los juzgados a la empresa de la hermana de Feijóo y a la Xunta de Galicia,
que ha concedido a dedo nueve de cada diez contratos firmados con ella, en
concreto, en 2018, 1.579 por valor de más de siete millones de
euros? ¿Por qué Eldiario.es o alguna asociación de
periodistas no se ha querellado por amenazas brutales y concretas –"Os vamos a
triturar. Vais a tener que cerrar"- de MAR por WhatsApp a Esther Palomera,
directora adjunta de ese medio, por informar sobre el fraude fiscal de la
pareja de la presidenta? ¿Por qué la FAPE, la Federación de Asociaciones de
Periodistas de España ni siquiera menciona a este señor en su comunicado de
presunta repulsa?
Las
fuentes jurídicas consultadas me confirman que todas esas demandas que se me
han ocurrido leyendo la prensa son más que factibles, que no son
ensoñaciones jurídicas de indocumentada. Además me recuerdan que los Arts. 205
a 216 del código penal, sobre injurias y calumnias, especifican que esas
querellas las tiene que interponer la persona agraviada pero que "se
procederá de oficio cuando la ofensa se dirija contra funcionario público,
autoridad o agente de la misma sobre hechos concernientes al ejercicio de sus
cargos". Es decir que cualquiera podría denunciar esos delitos en nombre
de los fiscales y los inspectores de hacienda calumniados. Ninguna de las dos
instituciones involucradas (la Fiscalía y la Agencia Tributaria) tienen
protección especial en el código penal, como sí tienen la Corona, las Cortes
Generales, las Asambleas Autonómicas, el Gobierno, el Consejo General del Poder
Judicial, El Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional, pero son tan
importantes o más que las súper protegidos.
Esos
mismos expertos me dicen que la fiscalía ha sido muy escrupulosa en el caso del
novio y que ni siquiera sabía que lo era cuando el caso se abrió. La agencia
tributaria investiga a cualquiera que multiplique llamativamente sus ingresos
de golpe y González Amador los multiplicó por seis en un solo ejercicio.
Maxwell Cremona, su empresa, pasó de ingresar 357.773 euros en 2019 a realizar
ventas por 2,3 millones en 2020, y 1,3 millones en 2021 de "material
sanitario".
Y,
escrito lo escrito, enfocado lo enfocado, me viene otra vez esta pregunta:
¿será que la izquierda de este país está más concienciada de la destrucción
masiva que implica la judicialización de la política o será que no acude a los
tribunales porque la probabilidad de que se archiven sus denuncias prospectivas
es exponencialmente mayor a la de las presentadas por conservadores, porque los
jueces mayoritariamente lo son y están en batalla confesa con este ejecutivo
desde que aprobó la amnistía independentista?
Dejo
la respuesta al lector y también sus conclusiones sobre si en España hay lawfare
(guerra judicial en castellano) o no. Pregúntense si faltan querellas o soy
la única a quien le están faltando. Y claro, según sea su respuesta, lo
mismo también se preguntan qué significa, hoy, aquí, la palabra justicia.
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