EL RUIDO DEL PODER Y
EL SILENCIO DEL PUEBLO
Varias personas durante una
concentración por la Universidad Pública
ante la Asamblea de Madrid - Europa
Press
"No
me da miedo el ruido del poder, no me dan miedo los tanques, me da miedo el
silencio del pueblo". Hasta la saciedad repitió Julio Anguita estas
palabras, tan vivas hoy como el día en que las pronunció. Ruido, ruido,
ruido. Antes de sables y ahora de togas o de guasaps envenenados. Ruido en el
Congreso, ruido en demasiadas redacciones, ruido en muchos juzgados y en según
qué jefaturas de gabinete donde sus responsables andan desatados. Ruido
ensordecedor por parte de los mismos que se cargaron la preeminencia de Podemos
porque "hacían demasiado ruido", ¿no es maravilloso?
Ruido en todas partes menos en la calle, ha de ocurrir una desgracia como la de València para que empecemos a movilizarnos... un poquito. A mí me parece la puntita nada más, lo siento mucho, hay miles de razones por las que deberíamos estar haciendo un ruido en la calle cada vez más imprescindible para preservar la democracia y no lo hacemos. No plantamos suficiente cara al discurso facha, nos callamos por discreción, por pereza o por miedo. Y ellos van avanzando posiciones en los ámbitos familiares, en las reuniones de amigos, en los taxis o en los bares. Parece como si nos faltara sangre en las venas para contestar como se merecen. Estamos paralizados mientras la ultraderecha va tirando de una inventiva cada vez más tóxica que consigue calar, permanecemos inmóviles mientras los conjurados contra el gobierno consiguen que sus mensajes se reproduzcan por esporas sin que casi nadie pegue un puñetazo encima de la mesa y ponga las cosas en su sitio. Es fácil, porque a quienes mienten es fácil sacarles los colores. Pues no, son ellos quienes consiguen imponer su discurso, obedientes todos al célebre "Quien pueda hacer, que haga" del ínclito Aznar, ese eterno malencarado.
Por
arte de magia no se va a solucionar la catástrofe de la sanidad ni tantas
otras, sin pelea no se va a parar el destrozo de la universidad pública,
que durante décadas ha sido el principal igualador de oportunidades de la
sociedad española. Coincido con quienes afirman que no luchar para frenar
tamaño abandono ni para impedir el crecimiento de los centros privados es un
error que se pagará caro. Algo parece moverse entre los estudiantes, pero me
temo que tendrán que alzar mucho más la voz si quieren que las huestes
mediáticas se vean obligadas a hacerse eco de ello en lugar de usar sus
primeras páginas para ultrajar a diario el oficio periodístico.
Retrasmiten
en directo el retroceso que nos amenaza y nos quedamos cruzados de brazos tan
panchos. Que un templo de la democracia como en teoría ha de ser nuestro Senado
albergue un encuentro internacional de negacionistas, de enemigos del aborto y
de los derechos de los homosexuales, que eso ocurra y nadie diga de una vez
hasta aquí hemos llegado es algo que no alcanzo a entender ¿qué será lo
próximo, una propuesta para discutir si la tierra es plana o no? Se
envalentonan y se ríen en nuestra cara. Y para más inri, se han acostumbrado
a burlarse de nuestro sentido común porque se atreven a proclamar que lo hacen
en nombre de la libertad.
Como
escribían el otro día en este mismo diario mis compañeros de Tremending,
si buscas la palabra "libertad" en el diccionario del PP te aparece
el maserati del novio de Ayuso, Alfonso Guerra añorando los chistes de
homosexuales o Pablo Motos criticando al ministerio de Igualdad, al de antes,
claro. Por no hablar del uso que hacen del término libertad según qué
portadistas u opinadores de diarios como ABC, La Razón o El Mundo:
¿Que no soy capaz de titular con un bulo en primera? ¡Agárrame el cubata! Y acto
seguido se disponen a perpetrar el dislate del día con la tranquilidad que
proporciona saberse bien respaldados. Existe mucho más y mejor periodismo que
el que se hace en buena parte de los cenáculos madrileños, Madrid DF como se ha
puesto de moda decir. Pero nos dejamos marcar la agenda por quienes apuestan
por la crispación. Hago mías estas palabras de Javier Aroca a propósito de
ese watergate que tenemos entre manos llamado filtraciones: "Los que más
saben de esto en este país son los periodistas políticos de Madrid. Si ellos
quisieran sabríamos lo que ha pasado. Pero no hablan: 1) Por deontología
profesional 2) Por miedo. 3) Porque están en el ajo y por eso no hablan".
Hay
miedo entre los políticos, los periodistas y los jueces honestos que tendrían la
posibilidad de parar todo esto de una vez y no entiendo por qué no lo hacen.
Saben que si no te alineas con los profesionales de la infamia en cualquiera de
estos tres ámbitos, al final te van a acabar crucificando igual ¿A qué esperan
pues para hacer lo que tienen que hacer, que además saben hacerlo? Aunque solo
sea por dignidad porque, como también decía Julio Anguita, "con la
dignidad no se come, pero un pueblo sin dignidad se pone de rodillas y termina
sin comer"
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