DEL GENOCIDIO JUDÍO AL GENOCIDIO PALESTINO.
ACUSADAS DIFERENCIAS
POR RAMÓN SORIANO
Palestinos inspeccionan los escombros de los edificios
destruidos tras los ataques aéreos israelíes en el campo de refugiados de Al
Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza. Omar Ashtawy/ Europa Press.
En
los primeros meses de la guerra de Israel-Gaza no parecía adecuado hablar del
genocidio palestino. Algunos, si no muchos, pensaban que genocidio no era una
expresión acertada por su dureza. Era decir demasiado. Después se normalizó la
expresión cuando se vio que realmente Netanyahu y sus secuaces iban a
por todas en su política de exterminio y cada día aumentaban las cifras de
civiles asesinados, sobre todo niños y mujeres.
Creo que estamos ante dos genocidios claramente -el judío y el palestino- y por ello en este diario precisé las semejanzas entre ambos: el judío a manos del régimen nazi en la segunda guerra mundial y el palestino a manos del régimen ultraconservador de Israel desde octubre de 2023. Las semejanzas se referían a la deshumanización y el desarraigo, la banalidad del mal, la omnipresencia de la muerte, el resentimiento y la perplejidad.
Con
el desarrollo del genocidio palestino, en escalada ascendente, que sigue
todavía ejecutándose, ya podemos divisar las diferencias entre ambos genocidios,
más difíciles de precisar que las semejanzas. Es la tarea de sigue.
De
la justicia reparadora a la justicia preventiva en la esfera internacional
Con
ocasión del genocidio judío la justicia internacional tuvo que configurarse en
el objeto y el procedimiento una vez terminada la segunda guerra mundial.
Aparecieron los nuevos delitos graves de trascendencia internacional. El
tribunal de Nuremberg representó la acusación contra los crímenes de los
líderes nazis y se vio obligado a crear una nueva jurisprudencia de cara al
futuro. Un tribunal surgido con posterioridad a la guerra y de carácter
reparador.
Ahora
en el genocidio palestino el Tribunal Penal Internacional, creado por el
Estatuto de Roma en 1994, ha intervenido antes de la conclusión de la guerra
de Gaza con un carácter preventivo. Y además cuenta con una amplia y
consolidada jurisprudencia sobre delitos internacionales: crímenes contra la
humanidad, crímenes de guerra y genocidio (art. 5 del Estatuto de Roma).
En
el horizonte queda la duda de si el Tribunal Penal Internacional seguirá el
rumbo de los tribunales europeos, que fueron pocos y escasamente eficaces en la
persecución de los delitos del régimen nazi. Como muestra el tribunal de
Frankfurt, que impuso a los acusados leves penas, cuando no absoluciones, a
pesar de la gravedad de los crímenes. Ya tenemos un dato preocupante: algunos
Estados, reconocedores de la competencia del Tribunal Penal Internacional, han
comunicado que no cumplirán las órdenes de detención del tribunal contra Netanyahu
y su ministro de Defensa, si pisan su territorio. Viktor Orbán, presidente de
Hungría, el verso libre de la Unión Europea, ha llegado a decir que invitará al
presidente de Israel a visitar su país.
Del
ocultismo a la visión completa del exterminio
Se
ha pasado de la oscura noche al luminoso día. El genocidio judío se llevó a
cabo con una eficaz programación de su ocultamiento en el interior y el
exterior de Alemania. Muchos alemanes aseguraron que no sabían nada y otros que
era un rumor difícil de verificar. Los ejércitos aliados se asombraron al
descubrir los campos de exterminio y la macabra situación de los
supervivientes.
Lo
contrario ha sucedido en el genocidio palestino. Todos hemos podido asistir en
primera fila y en tiempo real al exterminio de la población palestina de Gaza
encerrada en su territorio y sin posibilidad de escape.
Hemos
conocido los crímenes del Gobierno alemán por medio de los testimonios y los
documentos. Pero lo crímenes del Gobierno israelí han inundado con un sinfín de
imágenes las televisiones del mundo. Sin necesidad de salir de casa, las
crueles imágenes te impactan al tiempo que te tomas una sopa.
De
la responsabilidad a la complicidad en la esfera internacional
Del
genocidio judío podemos lanzar una acusación de responsabilidad en un doble
sentido. Internamente la responsabilidad de la derecha política alemana en
1932-1933 que pactó dos veces con Hitler y le concedió la cancillería, a pesar
de haber dado ya muestras los nazis de su método terrorista y el desprecio por la
democracia. Externamente la ceguera de las potencias democráticas europeas, que
no supieron ver el peligro nazi a tiempo, sino que pactaron y confiaron
inocentemente en el régimen nazi. A destacar la ingenuidad del Gobierno inglés
presidido por Chamberlain. Por lo demás es clara la enorme responsabilidad del
Gobierno nazi, autor material de los hechos, en la perpetración del genocidio
judío.
Pero
en relación con el genocidio palestino la acusación es más extensa. En primer
lugar la responsabilidad de Israel y Estados Unidos. La mayor
responsabilidad cae del lado de Israel, autor material de los hechos. Pero le
sigue y a escasos pasos la responsabilidad de Estados Unidos por tres razones.
Primera: ha sido el configurador del extraordinario ejército israelí dotado de
una tecnología militar punta. El primer suministrador de armamentos en calidad
y cantidad, suministro que ha seguido en alza durante toda la guerra contra
Gaza. Segunda: es la única potencia que podría haber detenido el genocidio.
Tercera: ha sido un dique de contención de una respuesta favorable de los
países del mundo para conseguir un alto el fuego y contener las intenciones
genocidas del Gobierno Netanyahu. Los últimos presidentes de Estados Unidos,
especialmente Georges Bush, nos han echado en cara a los europeos que nos
tuvieron que salvar de la tiranía en dos ocasiones. Y ahora con evidente
contradicción mantienen en el poder a un nuevo tirano, su “fiel amigo Israel”,
que contraviene todas las resoluciones de Naciones Unidas, un tirano que poco
tiene que envidiar a los métodos de destrucción de los nazis, al convertir el
territorio de Gaza en un campo de exterminio, el Auschwitz palestino.
Junto
a los responsables directos los cómplices del exterminio y en primera
fila la Unión Europea. Todos hemos asistido al bochornoso espectáculo de una
Unión Europea cruzada de brazos, con Alemania a la cabeza, mientras el Gobierno
israelí seguía su imparable política de aniquilación del adversario:
bombardeando a la población civil de Gaza, cerrando sus fronteras para que
nadie pudiera escapar de la encerrona y matándoles de hambre impidiendo la
entrada de alimentos.
De
la banalización del mal a la normalización de los asesinatos masivos
“Banalización
del mal” es una expresión atribuida a la filósofa judía Hannah Arendt,
asistente al juicio contra el nazi Adolf Eichmann, condenado a muerte. La
estupefacción que le provocó la visión del juicio la llevó a redactar su libro Eichmann
en Jerusalén. Refería Arendt que los líderes nazis habían banalizado el
mal, porque mostraban en el proceso penal una actitud indiferente e indolente
ante el mal causado a los judíos. Recibían órdenes y las ejecutaban
mecánicamente sin ningún atisbo de reproche moral.
Ahora
la banalización del mal ha pasado al espectador del genocidio palestino, quien
de tanto ver en la televisión y los videos escenas de asesinatos masivos en
Gaza, a diario, cada vez le presta menos atención y se extrañaría si a la hora
del telediario, reposado en su reconfortante sofá, no recibiera su dosis diaria
de imágenes de exterminio. ¿Qué raro? ¿Qué habrá pasado?.
El
espectador, al contemplar en tiempo real y en toda su acritud la ejecución del
mal, como un hecho habitual, ha llegado a normalizarlo y con ello ha bajado la
fuerza de la respuesta moral. Sabemos que, si los medios dejan de narrar la
crueldad en un conflicto bélico concreto, con el paso del tiempo el mal
desaparece de nuestras mentes. ¿Quién se acuerda de tantas guerras, hoy tan
atroces como cuando ocupaban la atención de los medios, porque en estas fechas
las guerras de Ucrania y Gaza son las únicas proyectadas a la opinión pública
por los medios?
Reflexión
final
Después
de precisar en breves retazos las semejanzas y diferencias de ambos genocidios,
veo con claridad la naturaleza subjetiva del mal. El mal no está fuera,
sino en nosotros. Nosotros lo creamos, unos por acción y otros por omisión.
Quien no hace nada contra el mal ajeno, es cómplice de su mantenimiento y en
cierta medida coautor de la creación del mal. Banalización y normalización del
mal son, a la postre, dos facetas de la supervivencia del mal. Y nadie puede
predecir su evolución. La víctima de ayer puede convertirse en el verdugo de
hoy. La historia lo demuestra. El Gobierno israelí de los judíos, víctimas del
genocidio nazi, es ahora el verdugo del genocidio palestino. ¿Y mañana?
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