JOSEP BORRELL, EL ACHICHINCLE DE BIDEN
MARCOS ROITMAN ROSENMANN
Achichincle:
(Náuhatl) Persona que acompaña a otra de manera incondicional, adulándole y
obedeciéndole en todo
Cuando las certezas fallan, las miserias humanas y políticas destapan traiciones. Se imponen la mentira y la cobardía, dejando al descubierto personas débiles de carácter y sumisas al poder. Sin iniciativa, su conducta es volátil, frágil, no presenta aristas, ejecutan órdenes a la espera de ser recompensadas por su fidelidad. Aspiran a puestos de confianza, lo más cercano al tlatoani. Recurrentes en la historia, Hannah Arendt identificó este tipo de sujetos como parte del necesario engranaje para hacer viable un plan de dominación. Su referente fue el teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, cuyo trabajo consistía en gasear en los campos de exterminio a hombres, mujeres, niños, fuesen comunistas, homosexuales, gitanos o judíos.
}Era un achichincle. No pensaba,
obediente, ejecutaba el plan diseñado por sus mandamases: la solución final.
Arendt acabó por tildar a Eichmann como un representante de lo que
conceptualizó como la banalidad del mal. “Tendremos que concluir que éste
actuó, en todo momento, dentro de los límites impuestos por sus obligaciones de
conciencia: se comportó en armonía con la norma general; examinó las órdenes
recibidas para comprobar su ‘manifiesta’ legalidad, o normalidad, y no tuvo que
recurrir a la consulta con su ‘conciencia’, ya que no pertenecía al grupo de
quienes desconocían las leyes (…) sino todo lo contrario”.
Fue la escala de valores del
Tercer Reich lo que hizo de Eichmann un achichincle. “Sabía muy bien cuáles
eran los problemas de fondo con que se enfrentaba, no era estúpido (…)
únicamente la pura y simple irreflexión fue lo que le predispuso a convertirse
en el mayor criminal de su tiempo. Y si bien esto merece ser clasificado como
‘banalidad’ (…) tampoco podemos decir que sea algo normal o común.”
Pero, ¿cuál es el motivo de traer
a colación a Eichmann? Seguramente, es considerado una excrecencia de la
historia, pero si retomamos a Zygmunt Bauman, en su obra Modernidad y
holocausto, entenderemos mejor la vigencia y significado de la banalidad del
mal, más allá de quien la encarne. El holocausto no fue solamente un problema
judío ni fue un episodio sólo de la historia judía: El holocausto se gestó y se
puso en práctica en nuestra sociedad moderna y racional, en una fase avanzada
de nuestra civilización y en un momento álgido de nuestra cultura y, por esta
razón, es un problema de esa sociedad, de esa civilización y de esa cultura.
Hoy, esta sociedad culta,
racional, civilizada convoca a la guerra. Sus hacedores se justifican.
Occidente sufre el embate de los rusos, enemigos a combatir. Y ahí surgen los
achichincles. Ellos cumplen con su función. Si nos atenemos a Max Weber, se
atienen a la ética de la responsabilidad, se deben a la OTAN, institución
supervisora de la paz mundial con sede en Bruselas, mando en el Pentágono y la
Casa Blanca. Los achichincles sólo escuchan su voz, la del tlatoani, cuyas
palabras no pueden ser cuestionadas. Joe Biden representa ese poder, aunque
tras de sí, reconozcamos el complejo industrial militar y financiero que mueve
los hilos.
Josep Borrell, alto representante
de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y de Seguridad, es buen ejemplo de
achichincle. Sin ideas propias, cumple órdenes, para eso lo pusieron en el
cargo. Atormentado por su pasado socialdemócrata, incluso socialista, se sube al
carro de los defensores de la supremacía de EEUU en el planeta. Pero hace años
apuntaba maneras. Dejó huella como ministro de Pedro Sánchez, al reconocerle a
Juan Guaidó la condición de "presidente" de Venezuela. Y se manifestó
abiertamente contra el gobierno legítimo de Nicolás Maduro.
Sin escrúpulos, es sumiso, hace
lo que le mandan y cumple a cabalidad las órdenes. Así se ha tejido su vida
política. No ha dejado de ser un camaleón político. Su traje se adapta a las
necesidades de sus jefes, quienes pagan sus servicios con nombramientos de
postín. Así, tras dejar el cargo de presidente de la Eurocámara, fue director
del Instituto Europeo Universitario de Florencia, dedicado a estudios de
posgrado e investigación.
Borrell no pierde el tiempo como
achichincle. Así lo atestiguan sus recientes declaraciones en Quo vadis
Europa?, curso de la Universidad Menéndez Pelayo. Sin sonrojarse, sentenció:
Voy a proponer en el Gymnich una potente misión de entrenamiento del ejército
ucranio por parte de la Unión Europea; no entiendo muy bien por qué mandamos
misiones de entrenamiento al ejército de Mozambique y no lo mandamos al
ejército de Ucrania, pero una misión de entrenamiento potente, poderosa, no
sólo de entrenamiento, sino de organización, hay que ayudar a su ejército a
defender a su país.
En otros términos, se descarta un
plan de paz. La guerra es la opción, no importa el sufrimiento. Un objetivo, el
marcado por la OTAN: rendición incondicional de Rusia. Sus palabras recuerdan
el discurso de Joseph Goebbels en el Sportpalats de Berlín, el 18 de febrero de
1943, pidiendo, bajo el grito de ¡guerra total!, todo el apoyo al Tercer Reich,
cuando el ejército nazi había entrado en desbandada. Hoy el
presidente-comediante de Ucrania, Volodymir Zelensky, está satisfecho. Borrell,
el achichincle de EEUU, hace su trabajo bajo el principio de la banalidad del
mal, llamando a la guerra total. ¿Qué más se puede pedir?
La Jornada
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