FONDO DE MAR
JOSU AIZPURUA
Que bonito homenaje
al poeta de 26 años que el fascismo isleño arrojó al mar. Una placa en el fondo
lo recordará para siempre y ya, si reeditan sus versos; será para siempre
recordado.
Tendrán envidia los
que también fueron arrojados al mar “por su forma de pensar”, pues aquí
en las Canarias no hubo guerra. Los militares traidores triunfaron en su
Golpe y cogieron a la ciudadanía desarmada y de sorpresa. El Alcalde de
Tenerife también fue arrojado al mar, como los maestros e intelectuales de
izquierda, los temibles “rojos” a los que esperaban 40 años de dictadura
fascista. Tragedia inolvidable.
Pero esos fondos marinos, morada de tantos hombres buenos y luchadores por los demás, hoy se llenan de africanos sin delito; solo la búsqueda de un mundo mejor.
La miserable
política migratoria los hace huir en pateras para poder mandar ayuda a su
familia: y la mar los engulle. En el fondo, sus ilusiones y su vida terminan
sin remedio.
¡Que pronto
olvidamos el cadáver del niño en la orilla!
No los vemos, pero
ahí están; los que no gustaban al cacique canario, los que no gustan al
oligarca africano y repudian los europeos, los que la maldad ocultó en su seno,
todo aquello que nos grita que aún no hemos hecho un Mundo para todos.
Ahora faltan esas
plaquitas recordatorio, para todos, y para que los peces y los submarinistas
vean que los terrestres no los olvidamos. Homenajes sencillos pero llenos de
contenido.
Al responsable de
estos crímenes, el Alcalde de S.C. Tenerife y sus compinches, le rinden
pleitesía y homenaje al final de la Rambla, frente al mar que contiene los
recuerdos de los eliminados por el sectarismo fascista. Sobre un pájaro con
forma de ángel se sube el Caudillo espada en mano, amenazador y anacrónico,
pero el Alcalde, de algunos, lo mantiene para que los otros sufran con
su contemplación, ilegal y asesina.
40 + 40 = nada.
Nada de evolución, nada de arrepentimiento, nada de Transición, nada de
Democracia, nada de respeto a los que por su pensar distinto les fue arrebatada
la vida, la dignidad y el recuerdo.
Esa plaquita
submarina en la figura del poeta es algo sinérgico, algo que recarga la
esperanza de los hundidos por buscar un Mundo Mejor, aunque los corazones de
los asesinos sigan endurecidos e impasibles ante la tremenda tragedia que
originaron.
Ya no paseamos frente a la Hélice del Canarias y si miramos al mar imaginamos la plaquita; la esperanza es lo último que se pierde.
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