sábado, 7 de mayo de 2022

EN VUELO A LA LOCURA

 

EN VUELO A LA LOCURA

X MAITÉ CAMPILLO

Me reafirma seguir cantando a poetas, aprendo de filósofos, científicos e historiadores entre otras magistrales glorias de un tiempo no tan lejano.

 Intenté un reencuentro del lado más rojo del corazón que henchido aún motiva contra la miserable vieja Europa, la del terror oscuro que hoy sigue dominando el continente, aciago para una revolución proletaria que es la más que sonó sobre él en un tiempo, que en mi prevalece su marcha triunfal tambaleando los viejos cimientos, a ella uní mi propio canto, en un contexto complejo conspirando entre tablas tras el ojo de la cerradura impuesta que prevalece como armazón en bloque hermético hoy impregnado de silenciado y cobardía.

La vida de Valle-Inclán (1866-1936) atraviesa entresiglos

 

Me reafirma seguir cantando a poetas, aprendo de filósofos, científicos e historiadores entre otras magistrales glorias de un tiempo no tan lejano. No fue fácil enfrentarme a la cuarentena consciente de la patraña donde se ubica el engaño. Sigo enfrentando los desaparecidos por ella, que nunca llegaremos oficialmente a conocer sus números, como a los que ellos llaman víctimas (de una guerra civil) por ese misterio, tan misterioso, dentro de los poderes fácticos del gran todopoderoso que aplasta y domina. Mi canto es un canto herido recorriendo un camino mutilado sobre un recuerdo entrañable, tan cerca como lejano de nuestros días y noches que aquí y ahora, reivindico de puro vital en sabiduría al talentoso Valle-Inclán, regenerando mis vías en despertares sobre una primavera deslumbrante de amapolas rojas desbloqueando otoños. Unida a su cráneo privilegiado admiro respetuosa sus luces, propias de una bohemia sin parangón, que emanaron entré viejos cafés con historia y tertulias llenas de savia alumbradora; hoy bancos del capital y sus doblones, de la oligarquía como pilar, muro de carga con sus lacayos y monstruos del ocio como contracultura. Talento mágico, maestro de tablas y retablos, piedra filosofal de referencia en equilibrio contra la avaricia, la lujuria, el absolutismo del pensamiento único y la muerte anunciada. Que parte de un siglo de grandes cambios y luces de ciencia y bohemia intelectual detonando en la II República, su gran esplendor, de ámbito internacional. Valle Inclán forma parte de la modernización de la producción como del diseño editorial, que jugó a su vez un papel crucial, como guía y consejero de jóvenes artistas que se acercaban a escuchar su prodigiosa prédica, que se erigía, como escritor crítico de las artes y las letras. Del que a los 19 años ya publicaba pequeñas historias y ensayos insertados en distintas revistas y diarios; cuyas contribuciones, en los medios gráficos, fueron una constante durante toda su vida. A través de ellas, o gracias a ellas, pudo sobrevivir como persona, escritor, y padre, facilitándole una más que humilde salida económica, sirviéndolo, las contribuciones, para ensayar textos que después publicaría en formato libro e ir haciéndose un hueco como autor. Para ello ha de instalarse en Madrid, donde consigue vincularse a consagrados como noveles en diferentes cafés de dicha ciudad; espacios de sociabilidad, donde primaba la colectividad en intercambio de voces. Pío Baroja le describe en La Pluma (en 1923): ''En una mesa cercana a la mía vi a un joven barbudo, melenudo, moreno, flaco hasta la momificación. Vestía de negro y se cubría con chambergo de felpa gris, de alta copa cónica y grandes alas''. A ellas acuden escritores de diversos estilos, a las que se suman artistas plásticos que en adelante será una constante, donde emergía con inequívoca vocación rupturista la nueva generación de escritores. Escenario desde donde el escritor de las Sonatas, se convertiría en una de las figuras más atrayentes de la cultura madrileña del siglo XX. Sus palabras inquietarán a algunos literatos con diferente concepto y ética como artistas plásticos desde el Nuevo Café de Levante, donde el orador Valle Inclán, propaga su prédica.

 

Paralelamente acude a tertulias teatrales, son años de inquietud fecunda, en trasiego de intercambios de opinión y rivalidades. El Nuevo Café de Levante destacará en uno de los más importantes de principios de siglo, como una especie de 'piedra de toque o escaparate mágico' de toda una generación cuya tertulia (cátedra es que la llamó Cansinos Asséns) lideró Valle-Inclán de 1903-1916, fecha en que se disuelve por la división entre germanófilos y aliadófilos que incluye a los llamados noventayochos y modernistas entre ellos: Anselmo Miguel Nieto, Rubén Darío, Arteta, Azorín, Zuloaga, Pío y Ricardo Baroja, los hermanos Zubiaurre, Bargiela, Juan de Echevarría, José y Antonio los hermanos Machado, Julios Romero de Torres, Corpus Barga, Bueno, Ciro Bayo, Gutiérrez Solana, Mir, Urbano, Vivanco, Francisco Vighi, Victorio Macho, Ricardo Marín, Moya del Pino, Palomero, Penagos, Regoyos, Rusiñol... el escritor y periodista sevillano Alejandro Sawa Martínez (1862-1909) de origen griego-andaluz que inspiró a Valle Inclán, a crear el personaje de Marx Estrella de su inmortal obra Luces de Bohemia; que muere al parecer pobre, ciego, y hasta habiendo perdido la razón, una razón, de brillantes reflexiones: <<Mis primeros tiempos de vida madrileña fueron estupendos de vulgaridad —¿por qué no decirlo?— y de grandeza. Un día de invierno que Pi y Margall me ungió con su diestra reverenda, concediéndome jerarquía intelectual, me quedé a dormir en el hueco de una escalera por no encontrar sitio menos agresivo en que cobijarme. Sé muchas cosas del país Miseria; pero creo que no habría de sentirme completamente extranjero viajando por las inmensidades estrelladas ¡Irme, irme! Ya no sueño sino con eso. Irme a una tierra cualquiera donde la villanía no sea el estado social de la gente, donde a lo menos las afirmaciones y negaciones tengan el sentido filosófico que todos los léxicos les prestan, donde el honor se asiente en las almas y no en los labios ¡Irme, huir de aquí, por dignidad, por estética, por instinto de conservación! ¡Es que yo me noto aún sano en esta sociedad de leprosos!>>. Algunos escritores de la generación del 98 lo evocaron: Pío Baroja en una de sus mejores obras El árbol de la ciencia. Valle-Inclán en Luces de bohemia (Max Estrella personaje central de la esperpéntica tragicomedia inspirado en él). El dramaturgo galego le dedica un extraordinario epicedio en verso; con motivo de su muerte, Valle-Inclán escribe a Rubén Darío: ''He llorado delante del muerto por él, por mí y por todos los pobres poetas. Yo no puedo hacer nada, usted tampoco, pero si nos juntamos unos cuantos algo podríamos hacer. Alejandro deja un libro inédito. Lo mejor que ha escrito. Un diario de esperanzas y tribulaciones. El fracaso de todos los intentos para publicarlo y una carta donde le retiraban una colaboración de sesenta pesetas que tenía en El Liberal, le volvieron loco durante los últimos días. Una locura desesperada. Quería matarse. Tuvo el fin de un rey de tragedia: murió loco, ciego y furioso''. Les unía la búsqueda de la renovación de los lenguajes artísticos y la subversión de los códigos establecidos que identificaban con la escuela realista. Exposiciones, redacciones de periódicos y revistas, iniciativas editoriales constituyeron vehículos de difusión de sus propias propuestas estéticas y centros de discusión (Vida nueva, Gente nueva, Germinal, Vida Literaria, Helios...), fueron algunas de las revistas donde la mayoría de ellos estampó su firma.

 

En 1913 bajo el nombre de Opera Omnia, Valle Inclán, comenzará la empresa de su vida. Edita su obra completa, bajo un mismo formato; el autor de las Sonatas, propondrá a algunos artistas plásticos -colegas de tertulia- que embellecen sus libros por medio del diseño y la ilustración. Opera Omnia fue innovadora dentro del diseño editorial, de la época enmarcada, de la estética modernista de las artes gráficas y de la ilustración; sus libros, guardaban características que los distinguían de las ediciones anticuadas del siglo XIX. Con respecto al diseño gráfico había una estrecha relación, entre el texto y la imagen, sobresalía una concepción decorativa, que se reflejaba en los ornamentos con forma de filetes curvilíneos y motivos florales, y se utilizaban sofisticadas tipografías. Su extensa obra simula tener una unidad por su aspecto exterior, pero en su interior, esconde una variedad gráfica donde se puede distinguir por sus diferencias, cinco grupos de obras: las Sonatas; las cinco primeras obras dramáticas en prosa editadas en la Opera Omnia; Los cruzados de la Causa, El resplandor de la hoguera, Jardín Umbrío y Flor de santidad; los esperpentos: Luces de Bohemia, Los Cuernos de don Friolera y Martes de carnaval; y el quinto, las obras poéticas. Corría el año 1927 (¡Que lejos, y tan cerca, las calamidades gubernamentales del ismo-imperial!!). Valle-Inclán avanza y revoluciona su tiempo acechando la vida en volumen insostenible de tragedia donde asoma El embrujado, en 1913, entre Ligazón, La rosa de papel y La cabeza de Bautista y Sacrilegio, entre otras obras. Etapa de gran literatura valleinclaniana a la que correspondo a los esperpentos del subtítulo definitivo que siento a raudales, de indudable sacralidad la luna, el agua, el fuego, la rosa, el cuchillo... y, al mismo tiempo lo grotesco, lo paradójico, la concepción del personaje como muñeco o “fantoche”, con ese lenguaje culto, rico en contrastes, variante y sin límite que a menudo recurre a los bajos fondos y en medio de estas miserias, donde toma vida la lucha descomunal, el sexo y la muerte, entre otros grandes enigmas que retracta apasionado de carácter experimental motivándome a seguir tras sus huellas. Arte entre las artes, arte fabuloso en contenido crítico, denunciando una sociedad difícilmente soportable (como lo es la actual salvando distancias, preñada de fascismo interno y externo que por igual oprimen y acorralan; cuarentena, que duplicó asesoramiento importado, abarcando 'Ucrania en el corazón' y muerte a Rusia). Silencio mordaz por donde se filtra el dolor hacia un final sin demora. Sigo las lluvias tras sus huellas, la utopía, el arte de su genio inmortal, su pensamiento y ensayo, sobre una puesta en escena asentando horizonte a la vista sobre el dulce abismo de mis derroteros. Y pareciera que lo veo, que llega con más canto y más vida, como lucero de luz sobre el optimismo. Jamás pudieron con él las copias asesinas, del contra arte y cultura y contra toda ciencia y toda filosofía marxista ¡¡No pasaran Ramón del Valle Inclán!! ¡Sometidos, pero jamás vencidos! Que junto a Federico García Lorca; uno en corta, y el otro, en larga vida hambrienta y raída, fueron dos de los más grandes rubís de la dramaturgia mundial, junto al maestro inmortal Benito Pérez Galdós, como reparadores de sueños y luchas de victorias. Sí, Max Estrella, existió; se llamaba Alejandro Sawa Martínez.

 

Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)

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