DÍAZ AYUSO, LA TERRAPLANISTA
DAVID BOLLERO
Las últimas
declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso,
vuelven a constatar que cualquiera puede llegar lejos en política. Asegurar sin
despeinarse que «nadie ha muerto por la contaminación» supone una gravísima
irresponsabilidad, reflejo de una actitud negacionista a la altura de la
estupidez de quienes todavía a día de hoy defienden que la Tierra es plana.
Mientras en
Barcelona arrancan las restricciones a la circulación de vehículos con la
puesta en marcha de la zona de bajas emisiones, en Madrid su presidenta miente
a la ciudadanía. El tándem de Martínez Almeida-Díaz Ayuso se ha convertido en
ejemplo del negacionismo medio ambiental, en un exponente de la mentira que se
da de bruces con la comunidad científica. Miles de personas mueren cada año en
España por culpa de la contaminación y negarlo, sencillamente, es promover y
ser cómplice de esas muertes.
Aunque es cierto
que cada vez un mayor parte de la opinión pública se rebela contra necedades
como las de la presidenta de la Comunidad de Madrid, sorprende que aún existan
personas que compren ese discurso, que, a pesar de las evidencias médicas,
nieguen los efectos perniciosos de las emisiones de los vehículos. Son esas
personas las que dan alas a gobernantes tan irresponsables como los populares,
con un Martínez Almeida interpretando un papelón durante la Cumbre del Clima
(COP25) al defender Madrid Central mientras sus políticas lo revierten.
No ha llovido tanto
desde la anécdota del primo de Mariano Rajoy. Los 13 años que nos separan de
aquella otra necedad son apenas minutos en el cerebro de Díaz Ayuso, capaz de
cuestionar -y negar- los datos objetivos que avalan la comunidad científica.
Mientras ella misma inhala los gases que, quizás, un día consuman sus propios
pulmones, defiende el banquete de malos humos a que son sometidos l@s
madrileñ@s cada día. Lo paradójico de todo es que si algún día la presidenta
pasará a engrosar las cifras de personas enfermas con trastornos respiratorios,
la misma comunidad científica a la que hoy escupe en la cara correría en su
ayuda, a pesar de que lo más tentador sería no tratarla y confiar su mejoría a
las oraciones a la Virgen María.
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