A contracorriente
AUTOPISTAS
Enrique
Arias Vega
Comprendo el alborozo de los
automovilistas que circulan entre Tarragona y Alicante y los que lo hacen entre
Cádiz y Sevilla porque a partir de ahora les salen gratis las autopistas.
Asimismo, comprendo el cabreo de los usuarios de la circunvalación de Galicia,
cuyo peaje subirá hasta los 22,10 euros.
Lo que no entiendo es la alegría con
que la población en general ha acogido semejantes medidas, que no dudo en
calificar de demagógicas.
A nivel personal, a mí, como a la
mayoría de los ciudadanos, éstas no me supone ningún beneficio económico, ya
que no utilizo dichas carreteras. Por eso, mi única e interesada pregunta es:
¿quién pagará ahora la financiación y el mantenimiento de las citadas
autopistas gratuitas?
Porque ahí está la madre del cordero:
para que no haya un deterioro vertiginoso —infraestructural, de pavimentación,
de seguridad, de ornamentación, etcétera, etcétera— habrá que realizar
sucesivos y constantes desembolsos que, si no corren con ellos los usuarios de
la red viaria, apechugaremos usted y yo, que jamás las usaremos, por la vía de
la subida de impuestos.
Por eso, insisto, ni entiendo el
“gratis total”, por una parte, ni las subidas escandalosas en las autopistas
gallegas, por otra. Entendería, eso sí, que a quienes las usan se les cargase
una cantidad mínima, si se quiere. Por su parte, en Galicia, cobrar 22,10 euros
por cruzarla me parece una barbaridad. Yo, y me atrevo a decir que todos los
demás contribuyentes, preferiríamos que se prorrogase el doble de tiempo la
concesión administrativa y en consecuencia se redujese a sólo 10,05 el citado
precio.
¿Están o no de acuerdo? En cualquier
caso, el debate queda servido.
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